Olga Wornat: “Los que tiemblan ante el trabajo de un periodista tienen la cola muy larga”

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La periodista, autora de 'El Último Rey', libro sobre Vicente Fernández, nos confiesa su infancia y los momentos que ha vivido al publicar biografías de distintas personalidades poderosas.

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Fotografía: ALEJANDRA LÓPEZ Y REUTERS

Su trabajo siempre ha sido polémico: desde aquel primer libro, Menem. La vida privada (1999), donde narra los más íntimos secretos del expresidente argentino Carlos Saúl Menem y su familia, hasta El último rey, la biografía no autorizada del cantante Vicente Fernández, publicada hace apenas unos meses... El nombre de Olga Wornat ha estado ineludiblemente en boca de todos.

Historiadora, abogada y periodista de formación, esta mujer lleva casi 40 años develando los entresijos de las más altas esferas de la clase política, tanto en su natal Argentina, como en el resto de Latinoamérica y otras partes del mundo.

Lo mismo ha cubierto conflictos bélicos en Líbano, Afganistán y Yugoslavia, que entrevistado a personajes como Hugo Chávez, Evo Morales o Cristina Fernández de Kirchner. Antes que ella, por lo menos en México, ningún periodista se había atrevido a publicar un libro sobre la pareja presidencial en funciones, pero Olga lo hizo, y en La jefa (2003) contó vida y milagros de Martha Sahagún de Fox. Luego vinieron títulos como Crónicas malditas (2005) o Felipe, el oscuro (2020), este último un best seller que le costó su salida de México, escondida y con chaleco antibalas, debido a las amenazas recibidas.

Pero para Olga el deber periodístico va mucho más allá de vender libros o dar de qué hablar; sobre esa verdadera motivación que la mueve, platicamos con ella.

¿Ya te acostumbraste a crear polémica con cada libro que haces?

Sí, porque desde el primero fue así. Me tardé siete años en investigar la biografía de Carlos Menem y, antes de que saliera, en 1998, me secuestraron. Me tuvieron durante horas dando vueltas por Buenos Aires y yo pensé que en cualquier momento me mataban, me golpearon muy duro... Recuerdo que me hice encima cuando un tipo martilló la pistola en mi cabeza; era una época muy oscura de mi país en la que había desapariciones a la orden del día.

Cuando te encuentras con la muerte tan de cerca, ¿le pierdes el miedo a todo?

No, uno nunca le pierde el miedo a eso. Yo cubrí muchas guerras, como la de Los Balcanes o la invasión a Panamá; también en Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Gaza o Afganistán, y te puedo decir que llega un punto en el que tu cabeza hace clic y te vuelves un tanto insensible, porque si no, no eres capaz de cubrir.

En esos momentos sabía que no podía caerme, que había francotiradores por todos lados pero que debíamos llegar a nuestro hotel para enviar las fotos urgentemente. También estuve en Siria y era complicado, porque no había tanta tecnología, pero aunque sé que en situaciones difíciles soy buena resolviendo, porque me vuelvo completamente fría, al terminar todo, me quiebro y me largo a llorar.


¿Qué te hizo dura?

No sé. Tuve una infancia muy difícil y solitaria. Mi papá era ucraniano y venía de un pasado complicado. Había llegado con mis abuelos en un barco de carga y yo sé que la vida para él fue muy dura, así eran los hombres en esa época, además de machistas; por lo tanto, la relación con mi mamá no era buena. Ella era muy sumisa, era costurera, y yo creo que para no ver mi entorno, me refugié en los libros. Creé un mundo donde me leía todo y me volví la mejor alumna, porque yo necesitaba destacarme, para así, quizá, ganar el cariño de ese papá tan duro (...) Los padres en esa época no eran tan cariñosos, así que me hice un poco sola, por eso me costó tanto esta profesión.

Además de eso, yo viví de forma clandestina durante la dictadura en mi país, el papá de mis hijos era buscado, entonces anduvimos huyendo por todas partes. Dos de mis hijos nacieron durante la dictadura y siempre nos salvamos, yo creo que porque nos teníamos que salvar, pero esos golpes en la vida me endurecieron. Aun así, no perdí mi capacidad de sentir, para nada.

Además, para ejercer el periodismo se necesita de empatía...

Totalmente. Y he de decirte que, en todos los libros que he escrito, a mí me conmueve profundamente el ser humano. No me gustan las guerras, estoy muy preocupada por lo que está pasando en Ucrania y lo de Vladimir Putin me parece aberrante.

Esas masacres de civiles no quiero ni mirarlas, porque ya sé cómo termina todo; lo que está pasando ya lo he visto, y en estas guerras pierden los que nada tienen, porque quienes las ordenan, están en los despachos.

¿Qué es lo que motiva tus investigaciones y el seguir trabajando?

Desde mi primer trabajo creo que ha sido el desentrañar lo que hay detrás del poder. Por ejemplo, cuando publiqué un libro sobre el clero en mi país (Nuestra Santa Madre, 2002), sentí que mi labor estaba hecha una vez que destituyeron al primer arzobispo acusado de pederastia y lo llevaron preso. Sin embargo, me dolió el silencio de la iglesia y que hasta hoy le sigan rindiendo homenaje a un abusador. Por eso hay que seguir contando estas historias.

¿Por qué decidiste escribir sobre Vicente Fernández, que nada tuvo que ver con la política?

Para empezar, este fue un libro que le dedico a mi madre. Ella era admiradora de la música mexicana y particularmente de Vicente Fernández, así que lo hice como un regalo póstumo a ella y estoy segura de que le habría encantado el resultado (...) Sinceramente me han tomado por sorpresa todas las reacciones que ha causado, porque este es un trabajo hecho con mucho respeto, pero estoy tranquila porque mi investigación fue muy exhaustiva, está bien documentada y la mayoría de quienes atacan el libro ni siquiera lo han leído, así que hablan sin fundamento.

¿Ha valido la pena vivir perseguida y amenazada por ejercer esta profesión?

Absolutamente. Los que tiemblan ante el trabajo de un periodista es porque, como dicen, tienen la cola muy larga. Hace justo 10 años tuve que salir de México con chaleco antibalas, en medio de amenazas incluso a mi madre, que estaba enferma de cáncer, y hasta mi asistente tuvo que huir a otro país.

Toda esa etapa fue horrible, pero te diré algo que lo resume: cuando surgieron los conflictos iniciales en Ucrania, mi primer impulso fue irme para allá a cubrir, porque a mí me interesan las historias de la gente, más que los temas políticos; me apasiona retratar cómo es estar en guerra, para decirle al mundo que nadie está en el bando correcto y que nadie tiene la razón para matar a nadie. Y ejercer el periodismo siempre valdrá la pena, cuando hace falta decir cosas así.



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