Apuntes de Diseño y Arquitectura
El museo que no tenía nada que presumir
Lorenzo Díaz Campos
En 1977 hizo su aparición en el corazón de París el Museo Pompidou, un edificio que no pasa desapercibido y que cuenta con un renombre y fama global indiscutible. Tanto el concurso internacional para su diseño, como el escandaloso resultado para la época, dieron nacimiento a uno de los museos más visitados del mundo. Odiado por algunos, amado por muchos más, el edificio llegaría para cambiar la idea de museo contemporáneo. Primero criticado enormemente y con el paso de los años, debido a su estruendoso éxito, empezó a ser la envidia de otras ciudades. Todos querían un museo icónico, factura de destacados arquitectos y ¿por qué no? ¡Llamativo!
Surgieron otros museos, se adecuaron muchos más y algunos siguieron cambiando el imaginario de la gente. Ciudades completas cambiaron su devenir entorno a estos, tal vez el más sonado caso fue el Museo Guggenheim de Bilbao, difícil no conocerlo.
Poco se sabe en cambio qué pasó con el museo que, antes del Pompidou, albergaba la colección de arte moderna de París. El Palais de Tokyo, originalmente construido para la exposición universal de 1937, diseñado en estilo Art Decó, pasó a formar parte de los característicos edificios entorno a Trocadero y que ahora son parte de paisaje imborrable de la ciudad. Despojado de su colección y obsoleto en su arquitectura, el espacio perdió su brillo y protagonismo quedando relejado los últimos 25 años del siglo XX.
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Tras años de renovación la reapertura de este espacio en el 2001 fue tal vez igual o más polémica que la construcción de su sucesor, el Pompidou. Los arquitectos ganadores del concurso para remozarlo hicieron una propuesta muy audaz, entendida por pocos al momento del concurso, se trataba de despojar a la estructura original de todo aquello que componía sus interiores, varias veces reconstruidos y con intervenciones una sobre otra y dejar a vista su estructura original, el esqueleto mismo. Era, a final de cuentas, una no intervención. De hecho, no quedaría huella de la autoría de los arquitectos.
El espacio ha sido fuertemente criticado por años, poco imitado y seguramente no ha sido envidiado por ninguna ciudad. Este año las cosas cambiarían, el prestigiado premio Pritzker llegó a manos Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal los arquitectos tras la idea de desnudar la estructura original y precisamente la declaratoria del jurado pondría el dedo en la llaga: "Lacaton & Vassal se enfrenta a cada proyecto convencidos que lo que ya existe (un edificio, un predio, el contexto) tiene valor y que su rol como arquitectos es apreciar, entender y aceptar lo que existe, al mismo tiempo que agregar respetuosamente valor a cada proyecto".
Con la terrible pandemia del Coronavirus, de la que aún no salimos, y la inminente crisis del calentamiento global, los museos y su vigencia han sido puestos en tela de juicio. Las enormes estructuras espectaculares son, en muchos casos, un triste alarde de derroche de recursos y, cerrados por más de un año, han representado un enorme gasto a las ciudades que los albergan.
El espacio relegado por décadas, recuperado con una muy polémica restauración y que como sea había mantenido un perfil bajo, comienza a probarse válido. El Pompidou ha entrado en una fase de renovación que le llevará a mantener sus puertas cerradas por lo menos tres años y París voltea a ver de nuevo el Palais de Tokyo, en un momento que la arquitectura que lo volvió a la vida es premiada. Un museo que no tenía nada que presumir regresa al centro de la escena, como en 1937.
lorenzo@circulocuadrado.com.mx