En la prehistoria cuando algún animal se encontraba herido o enfermo, buscaba alivio sumergiéndose en los manantiales naturales de altas temperaturas.
Se cree que los humanos de esa época copiaron este acto porque empezaron a tener respeto por las cualidades terapéuticas del agua termal llegando a ser consideradas como un elemento sagrado.
Aunque la devoción comenzó durante la época griega, fueron los romanos los encargados de extender por toda Europa con la idea de restablecer el equilibrio normal del cuerpo mediante la mejora de la salud de los pacientes.
Para finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los santuarios de curación vivieron un gran apogeo pero solamente las élites de la sociedad podían acceder a estos centros.
Hoy en día en los baños termales se aplica el agua en distintas temperaturas y estados en combinación con otras sustancias, todo con una finalidad terapéutica.
En función de los distintos resultados que puede ejercer se divide en tres: hidroterapia térmica donde el agua caliente produce un efecto relajante, mientras que el agua fría funciona como antiinflamatorio y tonificante, además de que activa la circulación y estimulando el ritmo cardíaco.
La hidroterapia física brindará beneficios en base a las características del agua y la aplicación sobre el cuerpo, por ejemplo la flotación proporciona una profunda relajación física y mental.
Por último en la hidroterapia química se emplean aguas mineromedicinales que contienen diferentes niveles de sales minerales u otros compuestos.
Abordando más en los beneficios que proporcionan los baños termales podemos repetir la relajación total, contribuyendo a reducir el exceso de ansiedad lo que puede ayudar a mejorar el descanso y calidad de sueño.
Este estado de bienestar propicia la generación de endorfinas, hormona clave en la recuperación de enfermedades físicas y psicológicas.
La activación de la circulación sanguínea es otro de los resultados que tendremos en nuestro cuerpo ya que los contrastes de frío y calor hacen que los vasos sanguíneos se encojan y dilaten de forma sucesiva.
Gracias a estos estímulos, se contribuirá a reducir la insuficiencia venosa, las arañas vasculares o las piernas cansadas.
Y aunque no sea muy agradable, el sudor provocado por los baños de vapor ayuda a nuestro cuerpo a eliminar toxinas, así como también el vaho de las aguas calientes facilita la respiración y mejora la entrada de oxígeno a los pulmones.