El mejor secreto para llegar a los 100 años disfrutando de una vida plena, es sin duda su familia, quien define como su gran motor. A lo largo de los años si algo ha sido una constante para Fernando Salazar es el amor, tanto a su familia como a su profesión, la Medicina.
Llegamos muy puntuales a casa de la familia Salazar Romo, Fernando ya estaba listo, luciendo impecable un traje color beige y con una sonrisa nos dio la bienvenida dejando a un lado su conversación por Whatsapp para invitarnos a pasar a la sala y comenzar la entrevista
“Ustedes pregunten y yo contesto” fue la frase que hizo romper el hielo. “Para mis 100 años tengo muchas cosas que platicar”.
Conforme la sesión tomaba su curso, sus hijos iban llegando, era innegable el orgullo con el que veían a su papá. Las risas y las anécdotas no se hicieron esperar y es que si algo lo caracteriza es su gran sentido del humor.
Hablar de su familia lo llena de emoción, al grado de casi provocar algunas lágrimas, en sus palabras:
“Para mí, mi familia lo es todo”.
Nació en Guadalajara, Jalisco, por el auge petrolero sus padres se vinieron a Tampico, terminó sus estudios en el colegio Alborada. Más tarde su tío el Dr. Salvador Salazar Aceves, lo ayudó a estudiar en escuela preparatoria de Tampico del profesor Arsenio Villafaña, donde gracias a la responsabilidad y disciplina que mostró lo hicieron responsable del laboratorio de Biología, al concluir la prepa lo enviaron a estudiar Medicina en la Universidad de Guadalajara, ya que en esa época en Tampico no se contaba con la carrera, después de tres meses decidió cambiarse de universidad, porque no se sentía a gusto, fue entonces que sin decirle a sus papás llegó a San Luis Potosí para seguir con su carrera, en donde terminó su preparación académica recibiéndose en el mes de noviembre de 1951, en el Hospital Ignacio Morones Prieto, unos de los recuerdos que tuvo en esta universidad fue cuando llegó al primer año de Medicina, en el Hospital Miguel Otero en San Luis Potosí estaba con un compañero en un cuarto examinado un cadáver, su colega se fue y se quedó él solo iluminándose con una vela, sopló el viento y la vela se apagó y al momento de querer salir corriendo notó que su compañero lo amarró de su bata y se espantó mucho. Regresó a Tampico para ejercer, abriendo su consultorio en la colonia El Cascajal donde él atendía a todos y fue muy querido por la gente, incluso algunos pacientes le pagaban con gallinas, puerquitos y cabritos.
Al poco tiempo conoció a la que sería su esposa Elvia Romo, se dio cuenta de que ella era la mujer de su vida y le pidió matrimonio de inmediato, se casaron a los tres meses.
“Me saque la lotería con ella, he sido muy feliz y afortunado porque en mi profesión me fue muy bien gracias a Dios”.
En este año cumplirán 69 años de casados, se comprometieron el 21 de mayo de 1953, ella tenía 20 años y el 31, tienen ocho hijos de los que siente muy orgulloso, es un papá muy consentidor, siempre se ha dado un tiempo para escucharlos, y de hacerlos sentir que muy especiales.
Sus hijos están muy orgullosos de él, incluso al día de hoy los que fueron sus pacientes lo recuerdan con cariño, algunos le han hablado para saludarlo y felicitarlo. Fernando Salazar se caracteriza por ser muy cariñoso, se preocupa por su familia y siempre tuvo la necesidad de ayudar a los demás, no se ha dejado rebasar por la tecnología teniendo una cuenta activa de Faceboook.
Sus pasatiempos han sido jugar golf, tennis, boliche y pescar con sus hijos, tiempo después con sus nietos, Panchito Azcárraga y Sergio Meza fueron sus compañeros de pesca, también con sus compañeros de trabajo entre ellos el Dr. Antonio Kuri visitaron varias veces el Pacífico con el objetivo de pescar el pez vela.
Aprovechaba cualquier tiempo libre para hacer deporte, el tennis lo practicó hasta los 85 años. Una de las cualidades que más admiran sus hijos de Fernando es el gran hijo que fue, siempre procuró a su mamá, la visitaba y estaba al pendiente de lo que necesitara, esa acción ha sido una inspiración para cuidar también de sus familias. Al final de esta sesión nos pudimos percatar que en esta casa no han pasado los años y Margarita, Fernando, Alejandro, Roxana, Ernesto, José Alberto, Dulce María y Adriana siguen siendo los niños consentidos de sus papás, compitiendo por quien es el hijo favorito de sus papás.