Ha dado pocas entrevistas, tal vez ante las críticas que ha generado el proyecto en sí. El artista Gabriel Orozco fue nombrado por la Secretaría de Cultura como coordinador de la iniciativa Bosque de Chapultepec: naturaleza y cultura, que contempla la inversión de 8 mil 770 millones de pesos para conectar las cuatros secciones de este lugar de la Ciudad de México. ¿Su objetivo? Convertirlo en uno de los espacios culturales y recreativos más importantes del mundo.
Ambientalistas, artistas y expertos han manifestado su inconformidad con los planes de restauración y, en agosto , decenas de ellos se manifestaron con una cadena humana frente a las rejas de este espacio a la altura del Jardín Etnobotánico.
El arquitecto Alberto Kalach, quien formaba parte del equipo del proyecto y que optó por renunciar ante su inconformidad con este, ha cuestionado el plan cultural presentado por Orozco al a firmar que carece de un diagn óstico y que ya existen demasiados museos en la ciudad como para pensar en construir toavía más, además de que no se cuenta con el presupuesto suf iciente para operarlos.
El proyecto ha tenido fallas comunicativas que conviven con naturali - dad con la infodemia. Pero , más allá de las noticias, podemos ir un paso más allá de los hechos y preguntarnos sobre lo que representan.
Contrario a lo que pasa con los jardines, que se embellecen con cierto criterio de orden, los bosques despiertan una sensación casi nostálgica. Es ese otro espacio que no somos y que no depende de la actividad humana. Pero, en esa diferencia, vale la pena preguntarnos: ¿por qué no nos sentimos parte de esa naturaleza?, y ¿cómo la romantización de la idea de lo natural nos aleja de asumir nuestra responsabilidad de las huellas que dejamos en el medio ambiente?
El espacio público es un espacio político. Muchos de los parques de la ciudad son espacios mediados que nos indican por dónde hay que caminar, cuáles son esos lugares que tenemos para sentarnos o qué tipo de actividades se pueden llevar a cabo. Pero, desde la perspectiva de la psicogeografía, cada sujeto tiene una posibilidad de modifcar ese diseño con la manera en la que decide transitar el espacio.
Caminar, entonces, puede ser un acto político también. Para la filósofa Hannah Arendt, el espacio público está ligado invariablemente a tres conceptos: la libertad, la capacidad de acción y lo político.
Desde esa perspectiva, el espacio público es un lugar donde se pueden conciliar las pluralidades sociales y las formas de vida que hay en una sociedad.
Cuando hablamos del Bosque de Chapultepec no pensamos solo en un espacio de entretenimiento, sino en la materialidad que el espacio le da a la posibilidad de ejercer la ciudadanía, los derechos y obligaciones que derivan.
Al momento de esta entrevista, Gabriel Orozco se encuentra en Japón, preparando una exposición, y desde allá nos platica un poco sobre su propuesta para el proyecto.
¿Cuáles son las nociones de espacio público del proyecto para el Bosque de Chapultepec?
Es importante decir que la tendencia mundial es la privatización del espacio público, y ha sufrido mucho en todo el mundo, especialmente en México. En ese sentido, la inversión pública se usa para abrir el espacio de forma gratuita y hacerlo accesible. La idea es implementar áreas verdes y generar una buena política cultural y ambiental. Ese sería el principal objetivo del proyecto. Comparado a lo que se ha hecho antes, este proyecto será el de menos impacto ambiental.
Podría decir que el proyecto es arte público, porque es el arte de la restauración ambiental y el de la restauración urbana. Es el arte de la accesibilidad y un centro de encuentro, de convivencia, de salud y de reactivación de nuestras actividades en la vida pública. Lo que queremos es un desarrollo de paseante mucho más orgánico y más conectado con una idea de bosque que con una de parque.
¿Habrán, entonces, más áreas forestadas y menos concreto una vez concluido el proyecto?
Sí, no tengo el dato exacto, pero sin duda habrá más árboles y menos concreto. Tomando en cuenta las grandes diferencias que existen entre cada una de las secciones que confguran al bosque, se va a quitar el concreto y aumentar el área forestada con cerca de 500 hectáreas.
¿Y los principios estéticos a los que responde el proyecto?
Estaríamos hablando de los distintos nodos culturales. Por ejemplo, tenemos el pabellón de la cultura urbana por Constituyentes que ya funciona, de hecho, como una especie de centro cultural underground. La zona abandonada, que antes era el Rollo y el Atlantis, lo queremos usar para fomentar un tipo de arte urbano, de activismo urbano y de cultura urbana. Otro ejemplo sería la cuarta sección por Santa Fe.
Ahí queremos, con la Bodega Nacional, hacer un espacio interdisciplinario. Queremos que haya una escuela de restauración que genere visitas, oportunidades de trabajo y de integración al servicio cultural que no hay en esa área de la ciudad. Queremos reactivar la ecológica, la conectividad cultural y de los espacios, y por eso tenemos estrategias de zonifcación, para así lograr un ecosistema cultural y ambiental integral.
¿A qué público está dirigido el proyecto? ¿Cómo piensan fomentar la accesibilidad?
Es para toda la ciudadanía, pero queremos poner atención en ciertos espacios que hace falta integrar. Para eso, la rehabilitación de Constituyentes va a ser muy importante, que es una cicatriz urbana. Vamos a mejorar la accesibilidad, conectar las secciones y reducir la carga vehicular. La idea es dar prioridad al peatón, al ciclista, a las carriolas, etcétera. También, queremos diversifcar la oferta. Por ejemplo, la segunda sección está enfocada a un público más infantil y queremos que haya más opciones para las personas.
¿Nos podrías platicar sobre los nodos y pabellones culturales y cómo los ligas a la parte ambiental?
Siendo una de las ciudades con más museos del mundo, ¿por qué hacer más en el bosque? La palabra “nodo” no se refiere nada más a un objeto o un museo. Imagino que el ciudadano común liga la cultura a museos, pero no lo estamos manejando así nosotros. El término nodo y el término pabellón es una manera de decir que se va restaurar una zona ya impactada. En la cuarta sección, lo que era la fábrica de cartuchos, ahora va a ser una Cineteca Nacional.
Es una forma de reciclar la nave industrial. Con lo cultural y lo ambiental queremos lograr una integración y que esa zonifcación se esté protegiendo en sí misma. Lo que buscamos es que sea expansiva la potencialidad ambiental que se genere y que se solidifque internamente en el bosque, para generar una diáspora y ampliación hacia las zonas urbanas aledañas.
yvr