Bosco Sodi "La fuerza del destino": una exposición inaugurada en el Museo de Arte de Dallas

CULTURA

Con la exposición La fuerza del destino, el artista mexicano reactiva el jardín escultórico del Museo de Arte de Dallas

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El artista Bosco Sodi proyecta un minimalismo único, cálido, hecho a mano en su exhibición "La fuerza del destino"

Un minimalismo único, cálido, hecho a mano; eso es lo que proyecta el artista plástico Bosco Sodi en cada una de las 30 esculturas esféricas a gran escala que conforman La fuerza del destino, exposición inaugurada hace apenas unos días en el Museo de Arte de Dallas (DMA) y con la que se ha reabierto oficialmente el jardín escultórico del recinto, mismo que estuvo en desuso por casi 15 años.

Creadas a partir de arcilla oaxaqueña y moldeadas en Casa Wabi (el estudio que Bosco posee en México), cada pieza fue secada al sol y cocida en un tradicional horno de ladrillos, por lo que las superficies resultantes llevan hermosas cicatrices de su proceso y ninguna es igual a otra.


La instalación convive, además, con 100 obras de creadores internacionales, presentados en la exposición vecina Slip Zone: una nueva mirada a la abstracción de la posguerra en las Américas y el Este de Asia, muestra curada por Anna Katherine Brodbeck, en la que Bosco participa también con otras cinco piezas. Sobre estos dos proyectos, platicamos con el artista.

Pareciera que el arte público ha recobrado importancia...

Siempre la tuvo, pero ahora, con la pandemia, fue más evidente la importancia de mantener los espacios públicos abiertos. Además, es un arte muy democrático; puedes entrar, ver las piezas y disfrutarlas, sin pagar una entrada (...) Me gusta la idea de hacer el arte accesible para cualquiera, no solo para quienes están inmersos en el mundo del arte, sino para que quien pase por ahí, se interese, y crear así este tipo de diálogos.

Con la selección de barro como material principal, ¿buscas regresar a tus orígenes?

Ciento por ciento. Creo que estamos entrando a una etapa en la que hay que reflexionar y recuperar muchas de las cosas que hemos perdido. Por supuesto, la evolución es necesaria, pero sin perder el balance con otras cosas importantes y, en el caso del barro, es un elemento que ha acompañado al ser humano desde sus orígenes. No solo los mexicanos estamos muy ligados a él; si tú vas a un museo en Egipto, Corea, Greciao Japón, verás que las primeras muestras de nuestro proceso evolutivo están plasmadas en barro. Es un material que ha estado siempre con nosotros y con el que tenemos una conexión muy especial.


¿Cómo se dio el proceso creativo de esta exhibición?

Algo que creo que hice acertadamente, cuando la pandemia comenzó a ponerse muy fuerte en Nueva York, fue hablar con mi familia y proponerles que nos instaláramos en Oaxaca. Esta ha sido una tragedia tremenda, pero también nos permitió apreciar lo positivo y valorar que la vida sigue; uno no puede estar lamentándose, así que llegamos a Casa Wabi, donde yo tenía guardada una serie de escritos, de más de 20 años de vida artística, que dieron pie a una publicación. También tenía algunas de las esferas, que llevan un proceso de varios meses, así que me dediqué a terminarlas. Al ser tan repentino, tampoco tenía bastidores para pintar, por lo que utilicé unos costales viejos de yute que estaban por ahí (...) Quise ver la pandemia como la oportunidad de revisitarme a mí mismo, de pensar en la manera que uno lleva su vida y en el equilibrio que se ha perdido; por eso le tengo particular cariño a todas estas piezas.

¿Se puede decir que el con finamiento detonó tu creatividad?

Creo que este tipo de situaciones te replantea y te enseña que no se necesita de nada para crear. Ese es un tema que me interesa mucho y que he compartido con varios artistas, y todos coincidimos en que la creación no requiere de grandes producciones. Definitivamente creo que, para todos, la pandemia significó la oportunidad de reconectar con nosotros mismos, de conocernos más y, en mi caso, hay algunos cambios que se verán reflejados en mi obra, aunque, más que como artista, este proceso me ha cambiado como ser humano.


¿Por qué la muestra se llama La fuerza del destino?

Generalmente me gusta usar títulos de canciones o discos y, en este caso, obedece a que uno puede preparar la pieza que se tiene en mente pero, al final, es el destino el que marca la cerámica. Uno puede hacer la esfera de barro pero, ya que la quemas y la metes al horno con diferente leña, no tienes idea de cómo va a salir, ni de las texturas o manchas que va a tener cada pieza. Además, cuando eres como yo, alguien más enfocado en el proceso, el resultado final no es tan relevante, porque depende del destino y de lo que estaba llamado a ser.

Tienes dos exposiciones en el mismo espacio, ¿son dos rostros distintos de un mismo artista?

Son obras diferentes. En Slip Zone son rectángulos y cuboides, también de barro, pero que dialogan de otra forma con las piezas que ahí se exhiben. Es una propuesta distinta al resto porque, que yo esté enterado, antes nadie había hecho estos volúmenes de este material en ninguna parte. Entonces estoy muy contento y es un honor porque, si me hubieran dicho cuando comencé mi carrera, hace veintitantos años, que un día estaría exponiendo junto a artistas como Sam Francis, George Moore, Siqueiros, Mark Rothko o Jackson Pollock, habría pensado que estaba borracho el que lo decía.


¿Cuál dirías que es el hilo conductor de tu obra?

El proceso y la investigación de los materiales; me gusta aceptar el accidente y no tener el control, como parte de la vida y del proceso creativo. También mostrar que el paso del tiempo y el deterioro son parte de la vida misma, sin buscar la perfección ridícula (...) El arte tiene la facultad de enseñarnos y ayudarnos a entender mucho más del universo, de nosotros mismos y los seres humanos que nos rodean; nos da herramientas para mejorar el mundo y, si mi obra te hace reconectarte contigo mismo o te provoca una introspección, por pequeña que sea, creo que ya es un gran éxito. Son tiempos complicados, pero una de las principales obligaciones del arte es que el espectador reconecte con los otros seres humanos, con la naturaleza, que entiendan que vamos a estar aquí solo un momento y por eso debemos dejar una huella positiva.


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