El arte tiene el poder de inspirar a sentir o crear. Los productos de Agua Viva cuentan con armonía sin importar el lugar donde las coloques: ya sean piezas para el hogar, el jardín, vajillas o joyería, sus tonos y texturas transmiten paz.
Las dos hermanas crecieron rodeadas de pinturas, pinceles, bastidores y talavera: desde entonces comenzó a formarse el proyecto. Su mamá es artista y fue su primera maestra de talavera tradicional; desde niñas aprendieron del plumeado y relleno con relieve sobre esmalte blanco. “Buscamos aprender más y encontramos unos maestros y maestras en Tonanzintla, quienes nos enseñan todo sobre la talavera. El estudio nació en el momento en que comenzamos a hacer piezas más experimentales y contemporáneas. Queríamos combinar la tradición con otras posibilidades y de forma más accesible. Creemos que el arte no se disocia de nuestros objetos cotidianos”, comentó Andrea.
El nombre de la marca nace del título del libro de Clarice Lispector: “nos inspiró a crear el concepto con todo el cuerpo, a ser francas con los procesos que se reflejan en nuestras piezas; nuestro concepto es una metáfora: agua del arroyo que tiembla siempre por sí misma. La utiliza la autora para hablar de la relación entre la escritura, creación y cuerpo”, agregó Daniela.
Ambas juegan un papel muy importante en este bonito proyecto, ya que Daniela se encarga de coordinar la producción, ventas y empaques. “Me encargo de que las piezas lleguen de forma exitosa a sus hogares, experimento con el barro y creo nuevas piezas junto con mis maestros torneros, de quienes sigo aprendiendo”. Mientras que el trabajo de Andrea consiste en diseñar las colecciones, realizar las primeras piezas, experimentar con los colores, supervisar la calidad, coordinar la imagen, así como la atención a su comunidad.
Cacaovivo, Javier Castañeda y El Camino de la Práctica son colaboraciones que proyectan sus características con una mirada de unión entre proyectos locales e intercambio de ideas.
El emprendimiento ha sido todo un reto para las hermanas que han salido adelante: “lo más bonito de esto es poder materializar lo que alguna vez imaginé, observar la historia de cada proceso como empresa mientras me nutro y crezco al lado del proyecto”, dijo Daniela. “Los proyectos personales van a tener siempre algo muy íntimo. Es muy bello compartir lo que hacen tus manos e ideas. Es bonito ver crecer tu proyecto y saber las dificultades y obstáculos por las que ha pasado, y seguirá pasando”, agregó Andrea.
El gran equipo que han hecho ambas se transmite en cada uno de sus productos. La admiración y respeto que tienen una por la otra hacen que el proyecto tenga éxito. Mientras que Daniela le robaría la creatividad que tiene su hermana, Andrea se sorprende por el compañerismo, lealtad y alegría de su socia.
Explorar sus límites y crecer son parte de los planes que ambas tienen de manera muy clara. “Es importante para nosotras hacerlo y explorar nuestros límites, y al mismo tiempo, adaptarnos a nuestra comunidad”, finalizó Daniela.