Luego del exitoso estreno de Las pelotaris 1926, una ambiciosa coproducción de México y España que ella protagoniza, la actriz Zuria Vega ha decidido retomar sus orígenes teatrales e integrarse al elenco del montaje musical Siete veces adiós.
Según sus palabras, ambos proyectos fueron largamente deseados y le han dado una perspectiva clara de hacia dónde quiere llevar su carrera. “Siento que uno atrae las cosas con la mente y, desde que vi esta obra, pensé: ‘Ojalá un día me toque hacer algo así’. A los pocos meses me llamaron y estoy fascinada, porque el proyecto me parece magia pura... Siempre digo que el teatro es el lugar más feliz del mundo y soy afortunada de haberme integrado a esta familia con la que es un deleite compartir el escenario”, nos comenta.
“Por otro lado, pedí mucho que me llegara un proyecto como Las pelotaris 1926. Tenía enormes ganas de trabajar en España y, desde que leí el guion, algo en el estómago me decía que sería una gran oportunidad. ¡Y mira, no me equivoqué!... Es muy bonito cuando apuestas y luego ves que el resultado es mejor de lo que esperabas, así que lo único que tengo para estos proyectos es agradecimiento, pues ambos me han permitido seguir creciendo”, agrega Zuria.
Y aunque lleva casi dos décadas entregada a la actuación, confiesa que aún mantiene la emoción del primer día. “Sonará chistoso, pero en cada proyecto me siento más insegura, por eso trato de hacer cosas totalmente distintas. Van pasando los años y me siento mejor como mujer y como actriz; cada vez estoy más clara en el tipo de historias en las que quiero invertir mi energía y mi tiempo, pero no siento que ya tenga dominado todo en cuanto a la profesión; al contrario, el día que crea eso, me voy a retirar. Porque precisamente esta carrera se trata de siempre sentir ese miedo y esa inseguridad, de querer ser mejor, aprender más, llegar a lugares donde no has estado y salir de tus zonas de confort”, afirma.
Desde el silencio
Las pelotaris 1926 es una serie de época, rodada entre España y México, que narra la historia de un grupo de mujeres dedicadas a la pelota vasca, quienes se unen para exigir derechos que incluso hoy, 97 años después, siguen pareciendo inalcanzables para muchas. “Sería injusto decir que no hemos avanzado nada, porque sería invalidar los cambios que lograron estas pioneras que nos abrieron brecha. Sin ellas no tendríamos nada de lo que tenemos, pero por eso es importante contar sus historias... Como este caso, que estuvo escondido bajo la alfombra mucho tiempo y debe saberse, porque todavía tenemos mucho camino por recorrer en cuestión de equidad”, afirma Zuria.
Este personaje, dice, la ha hecho plantearse más seriamente su activismo. “El reto de interpretar a Chelo fue justamente contar muchas cosas desde el silencio, porque creo que las mujeres que están reprimidas o viven algún tipo de abuso, piden ese auxilio y comunican las cosas, a veces desde el silencio más profundo... Pero en estos tiempos es necesario gritar. En la marcha del 8M, comentaba con unas amigas que cada año hay más asistentes y, aunque ese día se siente una energía muy especial y poderosa, el cambio realmente se verá cuando no tengamos que salir a las calles para exigir justicia, igualdad, que no nos maten, que no nos desaparezcan y, en fin, todas las cosas que no deberían seguir sucediendo”.
Sin embargo, no se considera una feminista recalcitrante. “Porque los hombres también han sido víctimas del patriarcado. No es una lucha en contra de los hombres, al contrario, lo tenemos que hacer todos juntos... El 8M es un día muy fuerte, ves tantas historias, letreros, llamados de auxilio, fotos de desaparecidos... Es atroz ver a papás y mamás llorando. Son situaciones muy fuertes que no deberíamos vivir más, porque nadie merece sufrir abusos o desaparecer. Y nadie es nadie, ni hombres ni mujeres”.
Estas convicciones las comparte con su esposo, el actor Alberto Guerra, con quien lleva más de una década de relación. “Y es que el cambio viene desde el núcleo más pequeño, tu familia, y yo no quiero solo decirles a mis hijos (Lúa, de seis años, y Luka, de cuatro) qué deben hacer, sino predicar con el ejemplo... Que sepan decir que no, que tengan igualdad entre ellos, que vean la equidad entre sus padres en casa, la empatía, el respeto, y no subestimar su inteligencia jamás... Me da esperanza ver esos valores en ellos, creo que cada quien debemos levantar la voz desde nuestra trinchera y, en mi caso, desde el arte y la actuación. Me hace sentir orgullosa el pensar que un día mi hija y mi hijo verán que su mamá eligió hablar de temas importantes, porque hay una razón fuerte detrás”, dice con un brillo en la mirada.
Ser compasivo con uno mismo
Esta faceta como madre la ha transformado de manera radical. “Hoy me atrevo a decir cosas que quizás hace cinco años no podía. Me reconozco como nunca antes; sin embargo, parte importante de eso ha sido aprender a ser empática con el cambio... No soy la misma de hace un año y dentro de un año tampoco seré la misma... Entonces hay que ser noble y compasivo con uno mismo, aunque sea difícil, porque, por ejemplo, para mí es más fácil ver por el bienestar ajeno que por el mío. Pero es importante detenerte, verte al espejo, agradecerte, agradecer a tu cuerpo, aplaudirte y decirte: ‘Lo estás haciendo muy bien’... Yo estoy en ese proceso”.
Esto la ha llevado también a pensar en su padre, el fallecido actor Gonzalo Vega. “Me gusta pensar que está orgulloso. Siempre decía que soy muy terca, pero al final las cosas me salían bien y eso le gustaba de mí... En este momento seguramente me diría que siguiera por este camino de autenticidad y luchando por lo que a mí me hace sentido, no a los demás”, concluyó.
Fotografía: Esteban Calderón