A solo unas horas de dar comienzo a un esperado recital en el MET de Nueva York, el reconocido tenor mexicano Javier Camarena tuvo que suspender esa presentación: “Me acuerdo perfecto que eran las 12:30, del 12 de marzo, cuando me dijeron que todos los espectáculos se cancelaban por la pandemia... Parece increíble que ya pasó un año desde entonces y todo lo que hemos cambiado en tan poco tiempo”, asegura el cantante, quien supo ver el lado positivo a esta crisis mundial.
“Fue la excusa perfecta para hacer una pausa obligada en mi carrera, pues ya llevaba varios años sin parar y estaba bastante cansado en todos los sentidos, tanto vocal como emocionalmente... Y es que no solo es que abras la boca y salgan las notas, uno canta también con las emociones, con el corazón y con el espíritu; y el estar lejos de mi familia, tanto trabajo y tantos viajes me tenían realmente agotado”, comenta.
Javier, quien acaba de cumplir 45 años, lleva 14 viviendo en Zurich, aunque los compromisos de trabajo pocas veces le permitían pasar tiempo de calidad con su esposa y sus dos hijos.
“Por eso los primeros meses fueron de desconexión total, para reponer un poco el tiempo de convivencia y la presencia que me hizo falta en mi casa. Me quise dedicar cien por ciento a ellos, a cocinarles, porque me gusta mucho el mole, el pozole, el pipián... en fin, a hacer cosas juntos, por ejemplo, todos esos muebles los armamos en estos días”, dice, mientras señala orgulloso los libreros que tiene a su espalda.
Musicalmente hablando, también estuviste muy activo durante la pandemia...
La tecnología facilitó que pudiera realizar algunas cosas a distancia, como la colaboración con el grupo Voz en Punto. Cantamos juntos una canción de Cri-Cri por el Día del Niño y también grabé el tema Nadie como tú, de Francisco Céspedes, junto a Lorena Watty. Además, participé en el Festival de Bérgamo y en un par de recitales con las óperas de Zurich y Viena.
¿A qué se debió que estuvieras meses sin poder cantar?
El canto es una actividad de alto rendimiento. Los músculos que trabajan para la producción de sonido son como los de cualquier fisicoculturista y, si te quedas inactivo, no resistes igual. Eso fue lo que me pasó: después de trabajar en Viena, sin la condición física necesaria, tuve una pequeña lesión en la cuerda derecha que me llevó a estar 10 días en silencio total y tres meses y medio en reposo absoluto. Pero el último día de 2020 ya estaba recuperado y cerré el año con una participación especial en un concierto en línea, precisamente del MET de Nueva York.
En marzo de este año te presentaste en el Bolshói de Moscú, ¿qué pasó por tu mente al estar por primera vez en ese escenario?
Fue un honor ser invitado por el maestro Plácido Domingo a esa gala y una maravilla encontrarme en un sitio tan emblemático. El Bolshói era uno de esos teatros que estaban en mi lista de pendientes pues, aunque he tenido la fortuna de presentarme en otros grandes recintos, siempre es una emo- ción muy grande llegar a donde han estado tantos y tantos nombres; la magia y la energía que tiene es indescriptible, y fue todo un privilegio estar en un sitio que significa tanto para la cultura y el arte.
¿En esos momentos recuerdas tus inicios en Xalapa, Veracruz?
Quizá no tan atrás ni tan poético, pero sí pienso en lo maravillosa que es mi carrera, que me llevó a un país que en la vida pensé conocer, a un escenario que tampoco me imaginé pisar y que es una bendición poder hacer lo que tanto amo, que sea tan valorado y que me haya llevado hasta ahí.
¿Te ha llegado a frustrar que, a pesar del éxito mundial, otros cantantes y otros géneros sean más populares?
Me encanta ir caminando por la calle y estar tranquilo, me agrada la idea de no ser una celebridad, pero no comprendo por qué la gente no valora en su justa medida a los artistas de su país, cuando hay tanto talento, bailarines y cantantes, triunfando en el mundo. Siendo realistas, la ópera no es un género que tenga un gran número de seguidores, principalmente por los esterotipos que la califican de aburrida, pero es triste ver que el gran orgullo de sentirse mexicano depende del resultado de un partido de futbol, cuando hay estilos de vida más admirables y dignos de reconocimiento.