Ramona Cosio y todo sobre AMART, el primer Abierto de mujeres en el Arte

PERSONAJES

Conoce esta increíble iniciativa artística para ayudar a la comunidad chiapaneca de Chilón, reconocida por la tradición ancestral de sus bordadoras.

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Fotografía: Carlos Ruiz

Con el propósito de ayudar a la comunidad chiapaneca de Chilón, reconocida por la tradición ancestral de sus mujeres bordadoras, la fotógrafa Ramona Cosío y la pintora Nieves Guerra unieron fuerzas, hace casi tres años, para buscar la manera de colectar recursos y destinarlos completamente al desarrollo de esta comunidad indígena, ubicada a casi cuatro horas de San Cristóbal de las Casas.

Fue así como nació el Abierto de Mujeres en el Arte (AMART), un evento cultural nunca antes visto, creado por mujeres y para mujeres, con el propósito primordial de abrir un espacio para el intercambio de experiencias, el desarrollo de nuevas propuestas creativas y, al mismo tiempo, recaudar fondos mediante la subasta de diversas piezas.

Durante tres días, más de 70 expositoras, procedentes de diversas partes del país, mostraron sus creaciones en diferentes disciplinas: fotografía, pintura, escultura y, por supuesto, bordados chipanecos, que fueron subastados entre los asistentes, y lo percibido será destinado, en su totalidad, para que las mujeres de Chilón puedan seguir desarrollando su arte dignamente.


Sobre esta primera edición del evento, en la que estuvieron acompañadas de amigos como Eugenio López y Juan Domingo Beckmann para el corte del listón, platicamos con Nieves y Ramona, esta última hija del empresario Antonio Cosío

¿Cómo nació la idea de apoyar a esta comunidad?

RC: Es un lugar al que yo le he tenido muchísimo cariño por Santiago, mi hermano, y por mi mamá, que han estado muy involucrados durante más de 15 años con esta comunidad. Es un pueblo cafetalero y apicultor, pero no es un destino turístico, porque no es fácil llegar hasta ahí; entonces ellos han ayudado a los habitantes para que puedan vender a un precio justo sus productos.

Y hace poco más de seis años, yo conocí a las mujeres bordadoras y quedé maravillada con su trabajo (...) De verdad hacen unas cosas impresionantes, pero la materia prima que tenían era de muy baja calidad, eran hilos de manta que conseguían en Guatemala, que despintaban.

Así que yo me comprometí a apoyarlas: buscar la manera de proveerles mejores materiales y, en un principio, ayudarlas a vender sus tejidos entre mis amigas. Poco a poco se fueron interesando muchas personas; luego le comenté a Nieves, comenzamos a pensar cómo asistirlas de un forma más significativa y, casi sin darnos cuenta, hemos llegado hasta aquí, gracias a la suma de muchas voluntades.

Nieves, ¿a ti qué te convenció de este proyecto?

NG: De principio yo siempre le digo a Ramona: ‘A lo que tú le entres, yo le entro’, pero la verdad nunca nos imaginamos que nuestro plan iba a alcanzar estas dimensiones, pues, aunque se nos cruzó la pandemia, el proyecto se fue afinando y todo este tiempo nos ayudó a enfocarnos bien en cómo debíamos ayudar a las mujeres de esta comunidad, que es nuestra prioridad, pues estamos convencidas de que tenemos una deuda histórica en el arte, principalmente con las mujeres.


Además, este grupo de bordadoras son un verdadero ejemplo de superación, estamos enamoradas de ellas y de su trabajo, pues son unas mujeres increíbles, muy echadas para adelante... Prueba de ello es que hace seis años solo hablaban tzeltal y ahora algunas han aprendido español, manejan computadoras y se han comprometido de tal manera, que al principio solo eran seis y hoy se han sumado más de 100 mujeres para trabajar, salir adelante y mostrar su arte al mundo.


¿Qué las motiva a llevar a cabo esta labor?

RC: Al final del día lo que queremos es que sus piezas tengan un precio justo y que no se abuse de su trabajo.

A mí me molesta que, normalmente, cuando vas a San Cristóbal ves cómo la gente les regatea, sin darse cuenta de que estas artesanas dejan sus manos, sus ojos y su corazón en lienzos que la mayoría de las veces entregan por unos cuantos pesos... Simplemente, para hacer un tejido de 80 centímetros, tardan entre dos meses y medio y tres meses; entonces, me da muchísimo coraje ver cómo la gente les quiere pagar menos por unos trabajos que son dignos de estar en un museo.

Principalmente nosotras buscamos dignificar la labor de estas mujeres, que hacen verdaderas piezas de arte, y de alguna manera crear conciencia de lo importantes que son todos los artesanos de nuestro país.

¿Cuáles son sus planes a futuro para el AMART?

NG: Tenemos muchos proyectos para ir trabajando juntos pero, hasta que no dejemos esta comunidad completamente lista para que arranque y para que siga creciendo, nuestros esfuerzos estarán enfocados ahí. Seguramente la siguiente edición estará destinada a apoyar a las artesanas de Chilón, porque aún faltan muchas cosas por hacer, pero no descartamos que en un futuro podamos replicar este proyecto en otro lugar.

Obviamente queremos ir por más ediciones y, quién sabe, quizás en un futuro buscar otras comunidades y convertir este proyecto en un evento a nivel nacional o internacional; queremos trascender fronteras y que el mundo entero conozca las bellezas que hacen estas mujeres.


Otra cosa importante es que nosotras no queremos ser las intermediarias, queremos que ellas encuentren su camino para vender las mercancías que tienen, pero directamente con quienes se las van a comprar, que reciban un pago justo y darles continuidad, por eso la importancia de que tengan el material de la mejor calidad.

¿Cuál ha sido el momento más gratificante que les ha dejado esta experiencia?

RC: En mi caso, siento que el hecho de entrar a casa y que mis hijos, mi familia, reconozcan lo que estamos haciendo Nieves y yo por unas comunidades que nos necesitan, es el mayor premio; llegar todos los días y decir: ‘Pues creo que estoy en el camino correcto’. Además, es una satisfacción enorme ver la sonrisa de estas mujeres cada vez que llegamos a Chiapas. Nieves siempre se burla de mí porque me la paso llorando, pero es que a mí me dan muchísimo, me llenan el corazón y por eso siento que yo tengo una responsabilidad social muy importante. Para mí estas mujeres valen mucho y siento que debo devolverles un poco; realmente es un placer trabajar para ellas, para sus familias, y ver cómo se superan día con día.

NG: Estoy convencida de que en México ya no podemos seguir viviendo separados. Todos amamos nuestro país y lo que necesitamos es unión, brindar ayuda y ver qué es lo que necesita el de allá. Tenemos que ayudarnos unos a otros para poder sacar al país adelante y, se puede decir, que esto es nuestro pequeño granito de arena para tratar de cambiar la enorme desigualdad que existe en México (...) Nos urge y más ahora, pues después de esta pandemia, en la que no sabías ni lo que iba a suceder mañana o pasado, creo que el mensaje es aprender a estar juntos, que todos estamos involucrados y que nos debe importar la vida del de al lado.

Mientras los discursos políticos pareciera que quieren polarizarnos, ahora la responsabilidad tiene que nacer de nosotros. No sé por qué siempre pensamos que los políticos nos van a salvar, cuando es todo lo contrario. Tenemos que unirnos y actuar para transformar las cosas, por eso esta aventura ha sido tan gratificante.

Además, me da gusto ver cómo nuestros hijos se han comprometido también y me llena de orgullo pensar que hemos sembrado una semillita en nuestras familias. Por último, vivimos un momento en el que las mujeres están levantando la voz y tomando acción, cosa que antes no sucedía, y eso es algo por lo que seguiremos trabajando.

Fotografía: Carlos Ruiz



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