La exnadadora olímpica, Charlene Wittstock, nació en Zimbabue en un hogar de familia trabajadora, su padre Michael Kenneth Wittstock fue ejecutivo de ventas y su madre, Lynette Wittstock instructora de natación ya retirada, creció con sus dos hermanos Gareth y Sean.
Desde pequeña, la familia se mudó a Sudáfrica donde inició su carrera como nadadora. Logró ser miembro del equipo de relevos en los Juegos Olímpicos de 2000 en Sidney y aunque no obtuvo medalla continuó preparándose para participar en los Juegos de 2008 en Pekín, lo cual no consiguió no solo por su compromiso con el Príncipe Alberto II, sino por una lesión en el hombro por la que estuvo inactiva varios meses.
Fue en el año 2000 cuando su historia cambió, conoció al Príncipe Alberto II, pero su relación comenzó hasta 2006 la cual se caracterizó por ser muy discreta y tranquila, sin escándalos o paparazzi como estamos acostumbrados con la realeza, oficialmente se presentaron como pareja en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2006.
Tras 4 años de noviazgo, en 2010 se comprometieron, el palacio anunció que el Príncipe entregó una anillo de un diamante de tres quilates en forma de pera y diamantes circulares alrededor diseñado por el joyero Repossi.
El 1 de julio se celebró la boda por lo civil en el Salón del Trono del Palacio Grimaldi, la cual fue oficiada por Philippe Narmino y en la que solo asistieron 80 invitados, Charlene se distinguió por elegir un traje azul celeste de tres piezas de Chanel.
Al día siguiente tuvo lugar la boda religiosa, la novia de religión protestante se convirtió al catolicismo. Esta ceremonia fue en el patio del Palacio y fue celebrada por el arzobispo de Mónaco Bernard Barsi, asistieron 3,500 invitados entre ellos representantes de las casa reales, actores como Gerard Butler, modelos como Karolina Kurkova, Naomi Campbelly los diseñadores Karl Lagerfeld, íntimo amigo de la familia y Roberto Cavalli.
Para su gran día, Charlene vistió un diseño creado especialmente para ella por Giorgio Armani.
Como princesa, muchos esperaban que tomara el lugar de Lady Di, la prensa estaba al pendiente de cada paso sobre todo porque como plebeya tuvo que afrontar varios retos como aprender los protocolos, hablar francés y el dialecto de Mónaco.
Sin embargo, a pesar del acoso, la Princesa ha sabido sortear las dificultades de formar parte de la familia real. En principio, Charlene mantiene una vida privada, renunció a la natación para enfocarse en causas sociales pero de manera discreta, cuenta con su propia fundación y colabora en otras tantas, como atleta de alto nivel apoya a causas para deportistas con necesidades especiales.
Su solidaridad es una de las formas de mantenerse ocupada y fuera de la vista de los paparazzi, los viajes que realiza más que personales son para mantener sus actividades filantrópicas.
La educación y formación de sus hijos forman gran parte de su vida, Gabriela y Jaime, mellizos de 6 años de edad en los que descansa el futuro de la monarquía. Jaime, a pesar de nacer minutos después de su hermana, posee el título de príncipe heredero.
Desde su boda, “la princesa triste”, como la nombró la prensa, se ha visto envuelta en rumores de separación o que su matrimonio es por conveniencia, pero ha logrado desmentir estos comentarios desde su cuenta de Instagram donde comparte sus momentos más importantes como madre y princesa. De los Grimaldi, solo ella ha tenido este privilegio, lo que demuestra su gran capacidad de controlar sus deberes.
Prueba de esto es su radical cambio de look, un corte bob con el lado izquierdo casi rapado, para la prensa señal de completa libertad.
Detrás de la vida de la familia real de Mónaco: