La boda del príncipe Carlos y Camila Parker Bowles ha sido una de las más controversiales en la historia de la monarquía británica, manchó la imagen de la familia real e incluso su amorío estuvo a punto de derrumbar el reinado de la reina Isabel II. Sin embargo la celebración marcó la culminación de un romance de más tres décadas.
El amor entre el príncipe de Gales y Camila surgió años antes de conocer a Diana Spencer, sin embargo ella no era un buen prospecto ante los ojos de la realeza por una lista de amoríos que se le conocían y que incluía al militar Andrew Parker Bowles con quien se casó tiempo después. El heredero al trono fue obligado a deshacerse de sus ilusiones con quien sería la mujer de su vida.
Fue el 29 de julio de 1981 cuando el príncipe de Gales contrajo matrimonio con la princesa Diana, pero él y Camila volverían a tener un amorío en 1986, aunque según la misma Lady Di siempre estuvo presente desde el comienzo de su relación y en su matrimonio eran tres. La unión con la madre del príncipe William y Harry duró 15 años, se separaron en 1992, pero el divorcio culminó hasta 1996, meses antes del trágico accidente en París que le arrebataría la vida. En 1995, Camila y Andrew Parker Bowles también anunciaron su ruptura.
Pese a que todo el mundo lloraba la muerte de Diana Spencer, el hecho abría la posibilidad de que el heredero al trono, viudo ante la iglesia, volviera a casarse. Y así sucedió. Dos años después aparecieron juntos en público por primera vez y fueron bien recibidos por el pueblo, ya no como “los malos del cuento”, sino como “víctimas de las reglas de la realeza”. Comenzaron a vivir juntos en 2003 en Clarence House y finalmente en 2005 cambiarían su estatus legal.
Fue el 9 de abril de 2005 cuando la pareja por fin se convertiría en marido y mujer mediante una ceremonia civil realizada en Windsor Guildhall para después dirigirse a la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor para una bendición simbólica a cargo del arzobispo de Canterbury.
En el gran día Camila lució un vestido blanco roto de Robinson Valentine y encima de este un abrigo a juego en hilo de seda. En vez de ramo llevó una cartera. En la misa simbólica llevó un vestido largo azul con bordados en oro de la misma firma e intercambió la pamela y un tocado, ambos de Philip Treacy. Mientras que el príncipe de Carlos se enalteció con un chaqué.
Las fotografías que salieron a la luz de este día reflejaban una feliz pareja junto a los hijos de ambos presentes, aparentemente todo ocurría de forma ordenada, sin embargo detrás de esto hubo una celebración pospuesta un día por la sinusitis que tenía la novia y el funeral del papa Juan Pablo II al que asistió el heredero al trono, también fueron abucheados por el pueblo británico, y el más contundente de los hechos: la reina Isabel II no asistió.
Cuando se dio a conocer que la monarca no estaría presente se corrió el rumor sobre el evidente rechazo a la pareja, pero no fue así, en realidad su deber junto al duque de Edimburgo los orillaba a perderse el enlace. Y es que como jefa de la Iglesia en Inglaterra debía defender sus ideales: un matrimonio para toda la vida. Además el divorcio no es bien visto, mucho menos si la ex pareja de alguno de ellos aún vive, como fue el caso de Camila. Sin embargo, la reina sí asistió a la bendición simbólica y hasta dio un discurso en la recepción.
Fue así que culminó un amor prohibido en un día con muchos altibajos que hasta hoy es recordado.