Poco antes de morir, la Reina Isabel II anunció que cuando su hijo el Príncipe Carlos fuera coronado, era importante que su mujer, Camilla Parker Bowles, quien era Duquesa de Cornualles, sí sea reconocida como Reina consorte de Inglaterra.
Dicho tratado viene acompañado de otros gestos, entre ellos un regalo; la esposa de Carlos de Inglaterra recibió la corona que pertenecía a la Reina Madre, confeccionada para la coronación del Rey Jorge VI, en 1937.
Esta joya no es cualquier corona, ya que es una pieza única hecha a base de platino y diamantes, entre ellos, el famoso Koh-I-Noor, de 108 kilates.
La piedra preciosa, cuyo nombre significa montaña de luz, es una de las más grandes del mundo. Fue encontrada en India y tiene un similar, el diamante conocido como Darya-Ye Noor o luz de mar, uno de los tesoros más codiciados por los indios, mogoles, afganos, persas y británicos, que finalmente lo tomaron como botín de guerra para la Reina Victoria cuando fue proclamada Emperatriz de la India, en 1877.
Además de su origen histórico, dicha piedra está envuelta en leyendas, una de ellas narra que fue colocado en una ventana para que Shah Jahan, emperador mogol, enfermo y encarcelado por su propio hijo, pudiera ver a través de su reflejo el Taj Mahal, el majestuoso palacio funerario que había ordenado construir en homenaje a su amada Mumtaz Mahal.
Otra de las leyendas tiene un toque más sangriento, es por lo que se ha mencionado el tinte oscuro detrás del regalo de la monarca de Inglaterra, se dice que cada vez que el diamante salía de su cofre se producía una desgracia, ya sean asesinatos, muertes repentinas o derrotas sangrientas; así que la joya está marcada por una maldición, que indica lo siguiente:
“Quien posea este diamante dominará el mundo, pero también conocerá todas sus desgracias. Sólo Dios o una mujer pueden llevarlo con impunidad”.
Así que esperemos no sea la suerte que corra la nueva monarca.