En las últimas dos décadas, a medida que la población mundial de multimillonarios se multiplicó por más de cinco veces y las fortunas más grandes se dispararon para superar 100 mil millones de dólares, comencé a darle seguimiento a la riqueza. No por una emoción voyeurista, sino por las señales de advertencia.
La creciente desigualdad se convierte cada vez más en un problema político, amenazando con provocar reacciones negativas populares contra el capitalismo mismo. La pandemia reforzó esta tendencia. A medida que se propagó el virus, los bancos centrales inyectaron 9 billones de dólares en las economías de todo el mundo, con el objetivo de mantener a flote la economía mundial. Gran parte de ese estímulo se destinó a los mercados financieros, y de allí al patrimonio neto de los multimillonarios.
La riqueza total de los superricos de todo el mundo subió de 5 billones de dólares a 13 en 12 meses, el aumento más dramático registrado en la lista anual de multimillonarios que recopila Forbes. La población de multimillonarios también se disparó el año pasado. En la lista de Forbes de 2021, que se extiende hasta el 6 de abril, sus números subieron casi en 700 para un registro total de más de 2,700.
El mayor aumento se produjo en China, que sumó 238 multimillonarios –uno cada 36 horas– para un total de 626. El siguiente sitio lo ocupa Estados Unidos, que sumó 110 para un total de 724. Los 10 principales ganadores en la Unión Americana y China registraron cada uno que sus enormes fortunas crecieron en apenas un año en sumas que no hace mucho tiempo parecían algo imposible lograr en toda una vida: de 25 mil mdd a más de 150 mil mdd para el fundador de Tesla, Elon Musk.
Comencé a darle seguimiento a la riqueza de los multimillonarios en mi país natal, India. Ya en 2020 la ira en contra de la nueva élite de ricos estaba creciendo, y mi primer análisis de las listas de Forbes ayudó a explicar la razón. Aunque India es una nación relativamente pobre, la riqueza de los multimillonarios se disparó al equivalente de más de 17 por ciento del producto interno bruto, una de las proporciones más altas del mundo, con la mayoría de las ganancias reunidas en un grupo de familias.
En contraste con India, la clase de multimillonarios de Estados Unidos parecía sorprendentemente bien equilibrada a principios de la década de 2010, dada la reputación de este país como el hogar del capitalismo con el efecto goteo.
La riqueza de los multimillonarios alcanzó un total de alrededor del 10 por ciento del PIB en ese momento, lo que estaba en línea con el promedio de los países ricos. Más importante aún, relativamente pocos de los principales magnates estadunidenses comenzaron heredando fortunas o construyeron su patrimonio en industrias “malas”.
Para 2015, el panorama había cambiado drásticamente en una de mis tres medidas clave. La riqueza de los multimillonarios había aumentado al 15 por ciento del PIB. Ese año, Sanders se convirtió en el primer candidato presidencial estadunidense en hacer campaña contra la “clase multimillonaria” y, desde entonces, muchos otros se han sumado a los ataques contra los superricos.
Las ganancias del mercado de valores de 2020 fluyeron, en gran medida, hacia las compañías de tecnología y a sus fundadores que, por lo general, hicieron sus fortunas por su propio esfuerzo. La parte de la riqueza de los multimillonarios en manos de los vástagos de la familia y los “malos multimillonarios” cayó aún más.
Los superricos “buenos” todavía gobiernan la clase. Pero la magnitud de la riqueza de los multimillonarios estadunidenses se disparó en un año a casi el 20 por ciento del PIB.
Mi análisis se centra en 10 de las principales economías emergentes y 10 de las principales economías desarrolladas, y la clase multimillonaria estadunidense es ahora la segunda más abultada entre sus pares. La más abultada está –qué sorpresa– en Suecia, que muchos progresistas todavía describen erróneamente como una utopía socialdemócrata.
En los últimos cinco años, la población de multimillonarios de Suecia aumentó de 26 a 41, 10 de ellos aparecieron el año pasado, cuando su riqueza se disparó del 20 a cerca del 30 por ciento del PIB. Una tendencia similar se está desarrollando en Francia, tradicionalmente de izquierda, donde la riqueza de los multimillonarios había aumentado constantemente al 11 por ciento del PIB cuando golpeó la pandemia, y saltó a 17 por ciento el año pasado.
En Reino Unido, por el contrario, la riqueza de los multimi- llonarios se mantuvo relativamente sin cambios como porcentaje del PIB, aumentando ligeramente el año pasado hasta el 7 por ciento. China ya no es tan estatista como piensan los admiradores del “capitalismo de Estado” chino.
Su explosión demográfica de multimillonarios no solamente eclipsó a todos los demás en 2020, sino que juntos agregaron casi 1 billón de dólares a sus fortunas colectivas, que casi se duplicaron como proporción del PIB al 15 por ciento. Los cambios en la lista de multimillonarios de China reflejan el reciente declive de la vieja economía, dominada por compañías de bienes raíces y materias primas, y el surgimiento de una nueva economía, que encabezan empresas de sectores como el comercio electrónico y el farmacéutico, que generan la mayor parte de la riqueza.
Apenas siete años después, hay más de 50 decamultimillonarios chinos. En sus recientes esfuerzos por frenar a los principales magnates de internet, como Jack Ma de Ant Group (patrimonio neto de 48 mil millones de dólares), Beijing parece estar reafirmando el control. Pero dado que el objetivo de China de reemplazar a Estados Unidos como la principal economía del mundo depende de su destreza tecnológica, puede ser rea- cio a presionar demasiado.
La relación de Estados Unidos con su clase multimillonaria no es menos compleja. Basado en la premisa de que cualquiera puede volverse fabulosamente rico, este país rara vez se ha inclinado a fijar la mira sobre aquellos que realizan el sueño.
Solo en periodos de extrema desigualdad, como la era del barón ladrón de principios del siglo XX, magnates como John D. Rockefeller fueron considerados enemigos públicos. A pesar de que se habla de una nueva era dorada, hasta hace poco, los grandes magnates eran más propensos a ser celebrados que a ser vilipendiados.
Fue de gran ayuda que muchos fueran emprendedores, filántropos o, como Bill Gates y Warren Buffett, ambas cosas.
Como el hombre más rico del mundo, los 177 mil millones de dólares de Jeff Bezos pueden parecer alucinantes. Pero con un 0.8 por ciento del PIB, está lejos de la riqueza de Rocke- feller, que en su punto máximo ascendió a ser el 1.6 por ciento del PIB.
Sin embargo, hay muchos Rockefeller reales en otros países, incluidos cin- co en Suecia, dos en México, Francia, India e Indonesia, y uno en España, Canadá, Italia y Rusia. Los primeros en la lista de Rockefeller son el rey de la moda que se hizo con su propio esfuerzo, Amancio Ortega de España, el titán de las telecomunicaciones Carlos Slim de México y Bernard Arnault de Francia; cada uno tiene una fortuna equivalente a más del 5 por ciento del PIB de su país de origen.
Aun así, la escala de las fortunas megamultimillonarias, y su número creciente, está provocando la ira política en toda la clase, sin importar sus logros o contribuciones. Se han llevado ante el Congreso a los jefes y fundadores de los gigantes estadunidenses de tecnología para defenderse, asumiendo el papel de monopolistas todopoderosos y codiciosos.
En 2016, Sanders estaba dispuesto a admitir que había algunos “grandes multimillonarios”, citando a Gates. Cuatro años después, insistía en el hecho de que la mitad inferior de las familias estadunidenses tenía un pa- trimonio neto combinado más bajo que los tres principales, lo que en ese momento era una referencia a Gates, Bezos y Buffett. Cada vez más, lo grande es sinónimo en la mente política estadunidense de lo malo, y probablemente no sea una coincidencia que las propuestas fiscales de los progresistas para hacer transpirar a los ricos tengan un fuerte apoyo, incluso entre algunos republicanos.
Muchos millennials consideran a una figura como Elon Musk un héroe visionario, que construye la economía alimentada por baterías que nos salvarán del calentamiento global, y sus 53 millones de seguidores en Twitter tal vez no envidien el hecho de que su fortuna se multiplicó por seis el año pasado.
Desde hace mucho tiempo Rusia ocupa un lugar especial en mis listas, como la capital mundial de los multimillonarios “malos”. Recientemente, perdió ese lugar ante México, pero con solo 13 miembros, la élite multimillonaria mexicana es pequeña.
Un aumento repentino en 2020 llevó la participación de la riqueza de los multimillonarios “malos” de México hasta el 75 por ciento, dejando a Rusia en el segundo lugar entre las grandes naciones en desarrollo, con un 60 por ciento, o tres veces el promedio de las naciones emergentes.
La lista rusa es sorprendentemente larga para una economía no tan grande, con casi 120 nombres, y en estudios anteriores se demostró que una abrumadora mayoría de ellos vive en Moscú y sus alrededores.
Al mismo tiempo, se estaban ganando una reputación por su exhibición global llamativa. Hasta ahora, las autoridades de Moscú han podido sofocar el enconado descontento, pero no se puede decir lo mismo en México. La ira por la desigualdad ayudó a que el presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador asumiera el cargo, y el deterioro de las puntuaciones de las fuentes y los orígenes familiares de su riqueza multimillonaria podría aumentar la presión sobre López Obrador para que actúe.
La pandemia aceleró muchas tendencias económicas y sociales que ya estaban en marcha. Las clases de multimillonarios crecieron a un ritmo récord, aumentando la amenaza de reacciones negativas contra la riqueza.
En los países ricos, estas agitaciones se centran hasta ahora casi por completo en recuperar la riqueza a través de los impuestos, sin abordar el motor fundamental del mercado y, por lo tanto, el auge multimillonario: el dinero fácil que sale de los bancos centrales.
El dinero fácil es tan popular como los impuestos más altos entre los progresistas, como otra forma de pagar los programas sociales. Lo que suceda a continuación en términos de la actitud del público hacia la creación de riqueza depende en parte de cómo evolucione el auge a partir de aquí.
Hasta la fecha, las mayores ganancias llegaron a los emprendedores que se hicieron con esfuerzo propio en industrias productivas como la tecnología y la fabricación. Los buenos tiempos para los multimillonarios “buenos” pueden estar ayudando a mantener bajo control la ira por la desigualdad de riqueza. Pero las listas deben observarse en busca de señales de advertencia.