Luego de algunos viajes mochila al hombro por países como Indonesia e India, la fotógrafa María Levy logró capturar gran parte de las imágenes que conforman Palpitar: ritmo, reunión y remembranza, su primera muestra en solitario, misma que estuvo exhibiéndose hasta hace unos días en conjunto con la Alianza Francesa de la Ciudad de México.
Según nos platica la nieta de Talina Fernández, esta exhibición representa la culminación de un viaje introspectivo de casi un lustro, que le ha permitido sentar bases como artista y, además, sanar viejas heridas del pasado.
“Fue todo un proceso. Yo tenía una aversión muy fuerte a las festividades navideñas, porque estamos condicionados a creer, por el sistema en el que vivimos, que si no cuentas con la estructura familiar predeterminada y perfecta, entonces no estás completo. Y me pesaban mucho esas fechas porque me recordaban mis carencias; siempre me lamentaba, llegaba diciembre y era un dramón, pero nunca hacía nada. Fue hasta el 2018 que entendí que si me estaba afectando tanto, solo había dos opciones: aceptarlo por completo o cambiarlo. Entonces busqué en el mapa el lugar más lejano a México y me fui a Indonesia”, comenta.
Esa primera aventura la llevó a encontrarse con piezas que parecían perdidas y entender hacia dónde debía dirigir sus pasos. “Fue como empezar a escucharme y agradecer el hecho de tener una situación privilegiada que me permitía moverme y caminar hacia allá, siguiendo completamente mi intuición, escuchando mi sexto sentido y yendo hacia donde se sentía bien para mí... Depende de la perspectiva, pero sí es muy fuerte el hecho de darte cuenta de que una de las pocas cosas que tenemos por seguro en esta vida es que solo nos tenemos a nosotros. Por el resto de nuestra existencia estamos varados con nosotros mismos, entonces tenemos que hacernos responsables”, nos dice María.
Sanar esta existencia
En estos recorridos también comprendió lo que quería reflejar en su arte y qué imágenes deseaba compartir con los demás. “Gran parte de mi discurso como artista siempre va acompañado de la premisa de que lo que estoy haciendo va mucho más allá de mí. Que tengo una responsabilidad y que, al contar con la posibilidad de darle difusión y visibilidad a algo, debo honrarlo y buscar la manera de aportar o sanar esta existencia de alguna manera... Por un momento sí tuve esa gran añoranza de hacer cambios gigantescos en el mundo, la cual sigue ahí, pero creo que el primer paso es poner la mirada dentro de uno mismo, porque eso es lo único sobre lo cual sí tienes control. Cuando te ves a ti y te entiendes por completo, es cuando realmente puedes empatizar con el mundo exterior; entonces te das cuenta de que no estás solo, nunca estás solo y nunca has estado solo... Solo eres una pieza importantísima que juega en un sistema perfecto, en sintonía y armonía, donde representas una versión del ser, pero como parte de un todo”, cuenta.
Todas estas convicciones se ven reflejadas en las 72 piezas, creadas en distintos formatos, que integran Palpitar: ritmo, reunión y remembranza, instalación que pronto viajará a otras ciudades y que ha marcado profundamente la carrera como artista visual de María.
“Creo que si no tuviera este escape, estaría en otro lugar. Me di cuenta de que, gracias a la expresión artística, encontré la manera de sublimar el dolor, el duelo o cualquier emoción que sea retadora o incómoda. El arte me ha dado la oportunidad de transformar todo eso en una expresión de belleza que me ha cambiado la vida, pues poderme expresar libremente es lo mejor que me ha pasado”, nos comparte.
Una oda a la madre
Las imágenes que María captura son primordialmente autorretratos en los que se ve reflejado un diálogo cotidiano, personal y reflexivo con todo aquello que la rodea. “Me inspiran la naturaleza, la divinidad, la expresión y la manifestación del ser, que se muestra de diversas formas, y particularmente me inspiran la compasión, el amor, las tradiciones y el honor”, confiesa.
Además, nos habla de dolor, un aspecto también presente en su proceso creativo. “Ha sido un viaje introspectivo muy fuerte, entonces ya tengo un par de conclusiones acerca de dónde viene mi inspiración... Desde que soy muy pequeña, he tenido una sensación de soledad muy profunda dentro de mí, y cuando pierdo a mi madre (la actriz Mariana Levy, fallecida en 2005), esta soledad se hace aún más profunda. Entonces, creo que en la fotografía encontré una excusa para ver belleza en cada expresión de la existencia misma, es decir, me forcé a encontrar lo bello de estar viva”, asegura.
Por otra parte, cree que la lente le ha permitido “honrar la sinergia que existe entre la corporalidad humana y el paisaje, mostrar que en realidad no existen diferencias y borrar esa barrera de distinción... Mi fotografía es como una oda que hago hacia la madre naturaleza, porque en la naturaleza he encontrado también a mi propia madre”, comenta.
Llena de luz, crecimiento y optimismo, María parece estar viviendo una nueva etapa. “Creo que todo mi trabajo gira en torno a honrar su existencia y acercarme a mi mamá, porque he entendido que los seres que dejan este plano físico, no dejan de ser, solo evolucionan y regresan al origen de todo. Esta conexión me ha permitido tener más claridad, sabiduría, expansión, tranquilidad, sentido de pertenencia, compasión, amor y empatía... Y podría lamentarme por todo lo que sucedió, pero creo que eso me templó muchísimo y me dio la objetividad para saber hacia dónde caminar, cambiar la narrativa y alquimizar el dolor”, concluyó.