La versión anterior de Margherita Maccapani Missoni probablemente vería su vida actual, incluida su nueva casa en Varese -conocida como la ciudad jardín de Lombardía- con desconcierto.
La diseñadora se mudó a la villa de la década de 1970 durante el verano después de vender la mansión mucho más grande que ella y su exesposo, un piloto de carreras, habían construido.
La imagen sigue a su abrupta y algo dramática salida de Missoni, la casa de moda homónima de su familia, hace tres años, el fin de su matrimonio y el lanzamiento de su propia marca de prêt-à-porter Maccapani (respaldada por el ex director ejecutivo de Gucci, Marco Bizzarri), cuyo éxito de ventas es una camiseta con una margarita marchita -margherita en italiano- estampada en ella.
“Margherita es una flor que es obligada a estar siempre feliz”, dice Maccapani Missoni. “Pero aquí tenemos a una Margherita que ha vivido y prosperado y ahora es capaz de mostrarse como lo que es, que no necesariamente es siempre feliz”.
Está sentada en un gran sofá azul oscuro -salpicado de pequeños cojines, incluidos algunos hechos con viejas toallitas de cuando era bebé- que originalmente compró para su departamento de Nueva York hace 20 años.
A los 41 años, dice que no siente nostalgia por su pasado. “Hace tres años pensé que había logrado mis metas de vida. Luego todo se desmoronó. Nunca me hubiera imaginado que tendría una vida completamente diferente”, dice. Describe su presente como “auténtico y sin expectativas”.
Su nueva casa, que también alberga las oficinas de Maccapani y los archivos de moda de la familia Missoni en la planta baja, es un testimonio tanto de su evolución personal como de su herencia.
El espacio habitable se distribuye en un solo piso; la villa de 500 metros cuadrados cuenta con altos techos inclinados, suelos de terracota, paredes de vidrio y una atrevida combinación de azulejos de colores. Tiene vistas a un gran jardín, que hoy está alfombrado con hojas de otoño, y a la piscina.
Se parece poco a su anterior casa luminosa, multicolor y de alto diseño. Sin embargo, la estética Missoni -patrones, hallazgos vintage y piezas atrevidas- tiene una fuerte presencia.
El estilo retro de la casa, que incluye detalles que ella define como “desafiantes”, como los azulejos de color ocre brillante del baño principal y las “masculinas” particiones de piedra gris del salón, fue la inspiración para el diseño de interiores.
Para eso, adaptó algunas de las piezas hechas a medida de su casa anterior, revisó los catálogos de muebles de su madre, Angela Missoni, y buscó y rebuscó en el sótano de su nonna Rosita Missoni, de 93 años. “No compré nada nuevo”, dice. “Me gusta el concepto de reciclaje, suelo trabajar mejor cuando tengo pocas herramientas”.
El concepto de mezclar y combinar lo antiguo y lo nuevo también es una característica importante de la vida profesional de Maccapani Missoni.
Recientemente se asoció con la plataforma de comercio electrónico eBay, por medio de la cual vende diseños de Maccapani y piezas vintage del archivo de Missoni.
Un espíritu de segunda mano, dice, representa una parte importante de “mi estilo de vida, mi forma de vestir y mi estética”. En sus nuevos diseños, Maccapani Missoni experimenta con materiales, así como con cortes atrevidos inspirados en la cultura juvenil: un chaleco con capucha ha sido un éxito en Medio Oriente.
Maccapani Missoni, que creció en la cercana ciudad de Sumirago, en las laderas de los Alpes -donde Rosita y su difunto esposo Ottavio fundaron la marca en 1953 y donde aún se encuentran sus fábricas- dice que pasaba “fines de semana enteros en los tianguis locales” con su madre, su hermana y su abuela. Los mercatini eran una fuente constante de inspiración creativa para las mujeres en el ámbito profesional.
La evidencia de esta inclinación por coleccionar es visible en toda su casa. La estética es ecléctica: un cuadro de la artista escocesa Caroline Walker cuelga junto a los dibujos de sus hijos en las paredes del comedor.
Es un estilo que, dice, cuenta “la historia de su vida” y está “muy vinculado a las emociones y las influencias. Todo empieza con una pasión y se convierte en una mezcla de las cosas a las que estás expuesta: los mercados de pulgas, las exposiciones de arte, los diseños. En Missoni, mi familia convirtió todo eso en moda”, dice.
Durante más de una década, Maccapani Missoni fue el rostro de la marca. Desde 2018 -cuando el fondo italiano Fondo Strategico Italiano adquirió una participación del 41 por ciento en la compañía- hasta 2021, también se convirtió en la directora creativa de M Missoni, la segunda línea de prêt-à-porter de la marca. Cuando las finanzas durante la pandemia obligaron al grupo a reestructurarse, se canceló su línea de moda y ella dejó la empresa.
“Yo era una persona, pero también un puesto, y eso, en la mente de la gente, incluida la de mi familia, de cierta manera se traslapaba”, dice. “Era difícil distinguir la diferencia entre lo que era yo y mi trabajo. Missoni tiene esta imagen colorida, alegre y muy familiar, que era esencialmente lo que yo tenía que representar”, continúa. “La idea de que yo y todo lo que me rodeaba tenía que ser perfecto es algo que finalmente abandoné”.
Pasó los primeros meses en su nueva casa durmiendo en una cama de cartón mientras esperaba que le hicieran una nueva base, tallada de un cedro libanés de su antiguo jardín que tuvieron que talar.
La pared de su habitación ahora cuenta con un letrero de neón rojo y azul brillante en forma de corazón que le regaló su novio, Marcantonio Brandolini d’Adda, el director ejecutivo y artístico de Laguna B, una marca de cristalería veneciana.
En el baño, consiguió suavizar el tono ocre de los azulejos retro al encargar a un artista que pinta con aerosol los cascos de los pilotos de carreras que pinte un viejo gabinete de madera en blanco y fucsia.
Decidió no hacer ninguna intervención arquitectónica significativa en la casa antes de mudarse, sin saber cuánto tiempo ella y sus dos hijos, de 11 y 9 años, podrían vivir allí a raíz de los numerosos cambios que se están produciendo en sus vidas.
También confiesa que está tentada a mudarse a Milán, a una hora en coche hacia el sur. Es donde se encuentra la segunda oficina de la marca Maccapani y donde está buscando una tienda física para la compañía.
Hasta ahora, además de los cinco años que pasó en Nueva York, donde trabajó para Missoni y estudió actuación, Maccapani Missoni siempre ha estado convencida de que viviría en Varese.
“De pequeña, soñaba con las luces de la ciudad, por eso me mudé a Nueva York. En ese momento, a principios de la década de 2000, Missoni experimentaba un renacimiento bajo la dirección creativa de mi madre. Era la época de las primeras campañas de Missoni de (la supermodelo) Gisele Bündchen para (los fotógrafos) Mert y Marcus”, dice. “Fue explosivo. Mi madre y mi abuela no viajaban mucho, así que yo iba en su lugar...a los premios Oscar, al festival de cine de Cannes, al Met Gala”.
Pero a medida que se involucraba más con la marca, se dio cuenta de que eventualmente tendría que regresar a su casa en Varese. “No pensé que tuviera otra opción. A mi madre, a sus hermanos y a sus hijos los alentaron a trabajar para la empresa familiar. No quería decepcionar a mi abuela”, dice.
Los acontecimientos recientes cambiaron su perspectiva. “Tuve que afrontar el fracaso, porque de una forma u otra eso es lo que fue. Pero una vez que admites que fracasaste, eres libre de empezar de nuevo”, dice. “Sin ser perfecta”.
Esta sensación de aceptar y abrazar las imperfecciones es lo que subraya su enfoque hacia su nuevo hogar.
“Aquí no hay nada realmente Missoni aparte de los sillones Margherita en tela Missoni. Pero al final (el mío) es un mundo Missoni; cada objeto tiene una historia. No he borrado mi pasado; todo tiene que ver con mi herencia, mis experiencias, mi vida”.