La segunda temporada de Sagrada familia marca varios finales para su creador, Manolo Caro. No solo es el fin de este proyecto en especifico, sino el término de lo que en entrevista me dice que es una trilogía que empezó con la serie de La casa de las flores, un drama familiar con tintes de comedia, después Alguien tiene que morir, otro drama familiar, pero con tintes históricos, y ahora Sagrada Familia, un drama familiar hecho thriller, que además viene a convertirse en su producción más dinámica y en el final más certero y decidido.
“Es muy raro. De repente ya estoy preocupado porque mi familia es muy disfuncional, pero lo llevamos muy bien y en mi casa no hay grandes problemas, pero pareciera que tengo un enganche con la familia. Es una trilogía que tiene que parar y me tengo que enfocar en otra cosa. Justo hace unos días parece que empieza a despejarse una posibilidad de una serie nueva que va de otra cosa. Supongo que tiene que ver con que me tengo que renovar y que no me puedo quedar hablando de la familia tantos años”, dice.
Esta serie, ya disponible en Netflix, supuso también el fin de su temporada en España, tras varios años, para regresar a México, particularmente a su natal Guadalajara, y grabar Fiesta en la madriguera, del novelista tapatío Juan Pablo Villalobos, cuyo guión está a cargo del reconocido Nicolás Giacobone (ganador del Óscar al mejor guión original por Birdman).
“Amo Madrid, me siento querido, pero estoy lejos del lugar donde nací y del lugar que más amo en la vida, que es México. Creo que si no existiera esta distancia no hubiera regresado a hacer una película tan especial y tan representativa de mi país. No podía regresar a hacer otra comedia romántica o a hacerme tonto. Creo que si regreso tenía que hacerlo a poner el dedo en la llaga y en la que más me emocionaba”, cuenta.
Y es además este año, en el que termina su primera década como director de cine, (pues fue en 2013 cuando estrenó No sé si cortarme las venas o dejármelas largas) que dirige cine de nuevo, tras cinco años de su última cinta, Perfectos desconocidos.
Pero, como todos sabemos, un final también significa un comienzo, así como una perdida permite y abre el paso para la evolución.
“Creo que lo que he perdido es el miedo a la opinión pública de mi persona. Cuando hice La casa de las flores veía lo que se decía de mí en los medios mexicanos y me dolía muchísimo, me sentía muy vulnerable y atacado. Estando acá en España me di cuenta que era porque estaba funcionando y porque estaba contando algo diferente. En aquel momento me dolía mucho y eso lo he perdido. Cuando empezaron a salir las críticas de Sagrada familia, si esto hubiera sido hace unos años, hubiera estado ansioso y no hubiera dormido un día antes. Ahora que salieron, ni siquiera me acordaba de ellas. No digo que no me importen, claro que me importan, pero ya perdí esa necesidad de gustarle a todo el mundo. Con que le guste a la persona que duerme en mi cama, ya es más que suficiente”, confiesa.
Da gusto oír a Manolo hablar de estas pérdidas positivas con tanta apertura, aunque no sé si ha terminado del todo con el tema de la familia como uno de sus leitmotiv. Le pregunto qué es lo que lo hace sentirse tan conectado con la historia de Fiesta en la madriguera.
“Habla mucho de mí, es casi una película autobiográfica. Cuando leí el libro, me di cuenta que la relación con mi padre no podía estar mejor plasmada. Me emocionó mucho leerlo en una historia de ficción y conectar tanto inmediatamente. Cuando cerré la última página del libro, en menos de dos horas ya había conseguido el teléfono de Juan Pablo Villalobos y le dije que yo quería hacer esa película”, revela.
Tal vez le toque ahora ahondar en un subtema dentro del tema de la familia, y ahora es el del padre, pues Sagrada familia es una serie completamente centrada en las diferentes caras de la maternidad. Aunque para Manolo tiene mucho también que ver con el tema de exponer, de denunciar y de sacar de las sombras, las cuales a su vez son distintas maneras de ejercer la libertad.
“Me divierte mucho fantasear con qué pasaría si todos sacáramos a la luz esos secretos que hay en nuestras propias casas… de esta sensación de vender una familia idílica. No hay una familia ideal, todas son disfuncionales y lo tenemos que entender y comunicar así a las nuevas generaciones, porque de ahí viene la frustración”, platica.
Admite que lo que más le dejó hacer Sagrada familia es que uno tiene que ser capaz de definir su propio destino y que sí, la familia sí es sagrada, pero que también tiene que ver con la elección y con hacerse cargo de sus propias decisiones, sin que eso signifique una ruptura en el lazo que los une.
FOTOS: Rocío Ramos