La maternidad está llena de sorpresas, pero las económicas son las que más pegan

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La crucial importancia de los hijos en la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres sigue siendo alucinante.

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Entre 1965 y 2012, el tiempo dedicado por las madres al cuidado de los niños aumentó en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Dinamarca.

Ser padre es ser atacado por lo inesperado. Qué cómodos se sienten los desconocidos acariciando a su hijo. ¿Cuántas familias llevan la misma marca de cochecito? Lo rápido que te acostumbras a engullir comidas (frías) en menos de un minuto. Cómo se las arreglan las familias monoparentales. Qué rápido crecen. Y cuando se trata de la economía de la maternidad, las sorpresas no paran.

La primera es lo poco que otros valoran el tiempo de los padres. No, no puedo asistir a un evento de la guardería a las 4:30 de la tarde en un día entre semana para conmemorar el Día Internacional de Play-Doh. 


La crianza de los hijos representa más trabajo que antes, ya que aumentó la presión para optimizar al hijo mediante actividades culturales estimulantes.

Entre 1965 y 2012, el tiempo dedicado por las madres al cuidado de los niños aumentó en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Dinamarca. Sólo en Francia disminuyó. Alice Evans, de la Universidad de Toronto, dice que el Estado francés asumió la responsabilidad de crear ciudadanos perfectos, para que las mujeres puedan seguir con sus vidas.

Llámenme ingenua si quieren. Pero todavía me parece alucinante la central importancia que tienen los hijos en la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres, al menos en los países ricos. 

En 2019, las mujeres en edad de trabajar en Gran Bretaña ganaron un 40 por ciento menos que los hombres, debido a una combinación de salarios por hora más bajos, trabajar menos horas y tener menos probabilidades de trabajar. El detalle es el momento: esas desigualdades explotan después de tener hijos.

En Dinamarca, donde la riqueza de datos hace posible un desglose adecuado, en 2013 alrededor del 80 por ciento de la desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres se debió al inminente nacimiento de un bebé y no, digamos, a diferencias en los niveles educativos. Con el tiempo, esa proporción ha aumentado drásticamente. Resulta que aceptar los retos es más difícil cuando hay un niño atado a ti.

Un reciente documento de trabajo analiza cómo divergen los ingresos de hombres y mujeres con un alto nivel educativo hasta los 45 años en Suecia.

No parece que las mujeres a las que estudian elijan materias más tiernas en la universidad u ocupaciones con perspectivas salariales particularmente malas. Más bien, alrededor del 70 por ciento de la brecha se debe a diferencias en la probabilidad de ascender -con el consiguiente aumento salarial- dentro de la misma empresa.

Un estudio muestra cómo el salario en las mujeres cae un 13 por ciento después del primer hijo y se mantiene así durante una década.

Del crecimiento salarial perdido debido a que no se obtuvieron esos ascensos, dos quintas partes se producen durante el año de nacimiento o nacimientos y el año siguiente. 

La noticia preocupante para las mujeres más jóvenes es que incluso antes de tener hijos, tienen menos probabilidades de recibir un ascenso que hombres con características similares. La mejor noticia es que a los 40 años la brecha se cierra. (Aunque no recuperan el crecimiento salarial perdido anteriormente).

Tal vez las mujeres están optando por evitar los llamados “trabajos codiciosos” en anticipación de querer cuidar a un bebé más codicioso. Mary Ann Bronson, de la Universidad de Georgetown, una de las autoras del estudio, sugiere que también entra en juego la discriminación, ya que los empleadores niegan oportunidades a las mujeres jóvenes que temen que se vayan de baja por maternidad.

Se podría suponer que los padres simplemente responden a las fuerzas del mercado. Es posible que los padres ganen un poco más que sus parejas, tal vez porque son un poco mayores y ya avanzaron más en su carrera profesional. 

Con el costo exorbitante de los pañales y la guardería, por no hablar de la búsqueda de espacio para todas las cosas extra, sacrificar el salario del que gana menos podría ser la única opción posible.

Pero, un informe del Instituto de Estudios Fiscales revela que en Gran Bretaña, incluso en parejas heterosexuales donde la mujer es la que más gana, su empleo cae un 13 por ciento después del primer hijo y se mantiene así durante una década. 

Para los que permanecen en el empleo, el promedio de horas de trabajo se reduce en más de una cuarta parte. Esto no parece una optimización financiera.

Al menos existe una extraordinaria variedad de formas de administrar la maternidad. Una nueva base de datos mide el impacto de los hijos en el empleo de las mujeres en comparación con el de los hombres, mostrando, por ejemplo, que en Portugal el impacto es del 16 por ciento, mientras que en el país vecino de España es un sorprendente 38 por ciento. La interpretación optimista es que podemos elegir, a través de normas e instituciones, cómo distribuir el cuidado de los hijos.

Cómo un padre o una madre que examina detenidamente bolsas de puré exprimibles, tenemos opciones. Una última sorpresa es cómo la gente se bifurca entre pensar que todo se debe a preferencias o limitaciones, en lugar de una difusa interacción de ambas.

Descubrir los efectos de la presión de grupo es extremadamente complicado; no podría decirte exactamente por qué me gusta tanto mi cochecito. 

Sin duda, es más gratificante empujar a un niño pequeño feliz en un columpio que lidiar con un mal jefe. Sin embargo, tal vez esa compensación sería ligeramente diferente si las mujeres jóvenes tuvieran más probabilidades de convertirse en jefas.


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  • Aracely Garza