Jorge Ismael Rodríguez, cuya carrera creativa ha estado marcada por la tridimensionalidad, arrancó la presentación de Camino a Tierra Adentro con la exhibición Uno, Ninguno y Cien Mil en la Galería Ana Tejeda.
La muestra, curada por Tania Ragasol, representa la primera estación del viaje del escultor. Para la siguiente fase, que tendrá lugar en Querétaro, el artista trabajó de la mano con Pancho López, en lo referente a la curaduría de Objetos Propiciatorios, y con Luis Ríos Caso, en lo correspondiente con Camino a Tierra Adentro.
La importancia del diálogo, la expresión y la interacción es fundamental en el trabajo de Jorge, quien se ha distinguido por considerar a las piezas escultóricas como objetos con cualidades que mutables, de acuerdo al punto de vista de quien los observa.
“Las esculturas no son objetos, son sujetos, y siempre las pienso en femenino y pienso que están opinando todo el tiempo”, explica el artista. “Tú estás ahí y puedes establecer diálogos en donde hay una opinión de la escultura sobre lo que está pasando y lo que está pasando cuando estás tú”, reflexiona el escultor.
Tras su paso por el Museo de Arte Contemporáneo Querétaro, Camino a Tierra Adentro llegará a su tercera estación, la cual tendrá lugar en el Museo Federico Silva de San Luis Potosí.
Finalmente, llegará a Zacatecas, lugar de destino, origen y crianza de Jorge Ismael Rodríguez, en donde se estará presentando en el Museo Manuel Felguérez.
“La obsidiana y yo descubrimos hace no muchos años que juntos éramos mejores”, dice el artista.
En entrevista, nos comparte una reflexión sobre esta muestra.
“Yo soy un escultor zacatecano nacido en la Ciudad de México. Toda mi vida he hecho un recorrido de México a Zacatecas, como si fuera el camino a mi casa, como si fuera el camino al vientre materno, el camino a donde todo está bien, al origen.
En mi lectura de la vida, el ser un escultor zacatecano nacido en México, ha tenido mucha importancia. Aunque mi vida ha estado en ambos sitios y mi desarrollo ha sido en la Ciudad de México, Zacatecas ha sido el nido, la cueva.
Todo mi trabajo es muy barroco, con hebras que van para muchos lados. El proyecto Camino a tierra adentro, que está compuesto por cuatro estaciones, con exposiciones en la Ciudad de México, Querétaro, San Luis Potosí y termina en Zacatecas, tiene que ver con lo que uno vive cuando cree que está en el sitio que lo acoge, que lo bendice, incluso cuando hay otro lugar al que correspondes.
Esta serie de exposiciones son mi camino hacia el lugar de partida y al sitio de destino. Yo nací en 1960 y, cuando era niño, ir a Zacatecas en camión, implicaba cuatro fases.
Primero, era salir de la Ciudad de México y llegar a Querétaro, una ciudad maravillosa, fuerte, consistente, sólida, grande; luego, San Luis Potosí, que era una ciudad más chica, con una vocación distinta, llegábamos a la orilla y eso ya me hacía pensar que estaba cerca; después, llegar a Zacatecas y ver el cerro de la Bufa iluminado, me llenaba el corazón: ya había llegado a mi destino.
Cuando llego a la obsidiana descubro que así como había estado buscando en el trabajo relacional, en la instalación y en el performance, como una forma de expandir mi posibilidad de comunicación con la gente.
Lo que he venido construyendo ha sido la interacción con estos objetos de arte, con estas esculturas de obsidiana en las que puedo jugar con sus reflejos y llevarlos a dimensiones en que se convierten en espejos oscuros, en donde se generan posibilidades de expansión, porque la presencia de la gente al reflejarse en las piedras las transforma”, comparte en entrevista el escultor, cuya muestra Objetos Propiciatorios, que hace parte del proyecto Camino a Tierra Adentro, abrirá sus puertas el 29 de noviembre en el Museo de Arte Contemporáneo Querétaro.