Johnny Depp demandó a The Sun, hasta hace poco el periódico más vendido de Gran Bretaña, por una columna de opinión que lo calificó de “golpeador de esposas” que hizo que su exesposa Amber Heard temiera por su vida. Argumentó que su reputación pasó de “Cenicienta a Quasimodo en 0.6 segundos” y que, como resultado, perdió su lucrativo papel en las secuelas de Piratas del Caribe.
El juicio, que ya terminó, fue tan surrealista que a veces me pregunté si había tomado tantas drogas como el mismo Johnny. Era un duelo de rencor del mundo del espectáculo que se desarrollaba en un edificio más antiguo que el propio Hollywood. Fue una mezcla de #Me- Too, violencia doméstica, chismes de celebridades, libertad de expresión y asesoría educativa sobre drogas.
No se espera el fallo del juez Nicol hasta el otoño, pero el veredicto público ya está en marcha: el juicio fue un espectáculo de mal gusto. Abogados muy bien pagados debatieron acerca de quién había defecado en la cama del actor. Interrogaron a la hermana de Amber sobre cómo ella y Johnny inhalaron cocaína con un aplicador de tampones. Discutieron sobre si ella tuvo una aventura extramatrimonial con Elon Musk.
“Me siento como una persona horrible por estar aquí”, me dijo una diseñadora de teatro desempleada, mientras se inclinaba para tener una foto del actor. Hollywood se niega a estrenar las superproducciones durante el confinamiento; este juicio nos proporcionó una dosis de celebridad más salaz, algo que nos distraiga de la mundanidad.
¿Fue este realmente un uso apropiado del Tribunal Superior? ¿Fue justo que se examinaran las acusaciones de Amber en un caso en el que no era demandante o acusada, sino simplemente testigo? ¿Podría alguien surgir como un ganador de semejante desastre? Pero déjenme jugar al abogado del diablo. Hay algo más obsceno que los juicios por difamación y es un lugar donde apenas existen las restricciones por difamación.
En Estados Unidos, Elon Musk puede llamar a un buzo de cuevas británico, que participó en el heroico rescate de niños en edad escolar, “pedo guy” (un tipo pedófilo).
Las figuras públicas solo pueden ganar batallas por difamación si logran demostrar que las acusaciones falsas se hicieron con “malicia real”. Gracias a las redes sociales, todos estamos acostumbrados a verdades a medias y mentiras rotundas.
Escuchamos rumores y acusaciones. No estamos seguros de si deberíamos boicotear las películas de Woody Allen o no. El juicio de Depp prometía algo tentador: la verdad. Al menos una verdad.
Por supuesto, la razón por la que el juicio llegó a los titulares fue porque corrió el telón de los penthouses y de los sets de filmación, sin mencionar la reunión en la que los asesores de Depp aparentemente le dijeron que sus 650 millones de dólares en ganancias se evaporaron, dejándolo con 100 mdd en obligaciones fiscales.
No obstante, no fue solo voyeurismo. Fue el debido proceso. El artículo de The Sun sobre el actor ubicó las acusaciones en su contra en el contexto de #MeToo. Pero a diferencia de la mayoría de las denuncias de #MeToo, el acusador aquí es la exesposa del acusado.
Depp y Heard se conocieron en 2009 por la película The Rum Diary. Comenzaron a salir en 2011, se casaron en 2015 y se divorciaron en 2016. Hacia el final de su matrimonio de 15 meses, Heard solicitó una orden de restricción.
La orden, que se concedió sin que Depp pudiera responder, como es práctica habitual, fue la base del artículo de The Sun. Luego, Heard escribió un artículo de opinión en el Washington Post, en el que no mencionaba a su ex por su nombre, pero hablaba de haberse convertido en “una figura pública que representa el abuso doméstico”.
Depp demandó a The Sun en el Reino Unido y también demandó a Heard directamente por 50 millones de dólares en Virginia, donde se imprime el Washington Post. Mientras que muchos casos de #MeToo se basaron en el testimonio de varias mujeres para construir casos indisputables, Amber permaneció sola. Ella alegó 14 ocasiones distintas de violencia física por parte de Depp. Él las negó, de hecho, dijo que él era la parte abusada. Era un escenario de “Él dijo, ella dijo”. Excepto que, dada la omnipresencia de los teléfonos con cámara, los mensajes de texto y los séquitos de celebridades, era más complicado.
En sus cinco días de testimonio, Johnny se describió a sí mismo como un “caballero sureño”, solo para ser confrontado por horribles mensajes de texto, entre ellos uno en el que bromeó con un amigo: “¡Quememos a Amber!”. Tuvo dificultades para recordar los detalles de un vuelo en el que supuestamente se desmayó, un punto relevante dado que ella alega que sus apagones son parte de la razón por la que no recuerda haber sido abusivo. Cambió su relato para aceptar que pudo haberle dado un cabezazo a Heard, aunque como una “colisión” mientras la esquivaba.
Mientras tanto, Amber afirmó que solamente golpeó a su exesposo en defensa propia. Pero una de sus propias grabaciones la sorprendió diciendo: “Empecé una pelea física”. Ella le dijo a la corte que uno de los ataques de Depp causó “un montón de daño” a su penthouse. Pero su relato fue contradicho por dos policías, quienes dijeron que no vieron nada por el estilo cuando los llamaron para ir al lugar.
Para creer que Johnny no es un golpeador de esposas, hay que pensar que Heard fabricó acusaciones durante varios años. Tendrías que explicar los cortes que algunos testigos notaron una vez en los brazos de Heard y la referencia de Depp, en otra ocasión, a una “pelea en el tren que fue física”.
Para creer en el relato de ella, tienes que tomar en cuenta su afirmación de dos ojos morados y una nariz rota, después de “una de las peores y más violentas noches” de su relación, con el testimonio de un estilista de que no había moretones y el relato de un maquillista de que había “mínima decoloración” y un labio cortado.
Tendrías que explicar por qué una enfermera no encontró daño en su cuero cabelludo, después de que afirmó que él le había arrancado mechones de pelo. Un método abreviado podría ser confiar en Depp, sobre la base de que no habría presentado el caso a menos que estuviera seguro de sí mismo. Pero históricamente, demandar por difamación no es un indicador seguro de que estás diciendo la verdad.
Los activistas contra la violencia doméstica tienen una relación ambivalente con el sistema legal. Por un lado, quieren que los abusadores sean llevados ante la justicia. Por otro lado, históricamente son escépticos de que los tribunales puedan hacerlo.
Amber podría reclamar una doble desventaja: en primer lugar, una presunta víctima de abuso doméstico, un delito para el que a menudo es difícil conseguir las pruebas, y en segundo lugar, sus reclamaciones están sujetas a una demanda por difamación en Londres, en ocasiones conocida como la capital mundial de la difamación.
Tampoco tenía control sobre la forma en que The Sun presentaba su caso, lo que significa que no podía insistir en que llamaran a un testigo experto en violencia doméstica, por ejemplo. “No presenté esta demanda y, a pesar de su importancia, hubiera preferido no estar en el tribunal”, dijo al finalizar el juicio.
El otro factor que tal vez ayudó a Amber y The Sun es la falta de jurado. Los jurados se abolieron de forma efectiva de los juicios ingleses por difamación desde 2014, sobre la base de que cuestan más, no brindan juicios completos por escrito y no son idóneos para determinar disputas complejas sobre el significado de las palabras. Si el actor pierde, el impacto financiero probablemente será manejable.
Este es un hombre que alguna vez gastó alegremente 3 millones de dólares disparando las cenizas de Hunter Thompson, autor de Fear and Loathing in Las Vegas, desde un cañón. Su carrera probablemente también sobrevivirá, siempre y cuando no sea una derrota definitiva, dice Greg Jenner, autor de Dead Famous, una historia de la celebridad.
Las carreras de los hombres a menudo parecen tener más teflón que las de las mujeres. Para aquellos que querían una dosis de celebridad, me pregunto si este juicio cumplió. Depp fue una rara combinación de belleza, carisma y contracultura en Hollywood.
Sin embargo, la también expareja de Meg Ryan y Vanessa Paradis testificó que la fama es “la vida de un fugitivo” y que su propio nombre ahora “le suena extraño”.
Escuchamos sobre sus problemas con medicamentos con receta y drogas recreativas, su caos financiero y sus misóginas conversaciones en mensajes de texto. Johnny Depp y Amber Heard crecieron en hogares marcados por el abuso doméstico y, a pesar de su gran riqueza, sus vidas siguieron marcadas por las discusiones y el abuso doméstico.
El juicio del famoso actor al menos nos ha mostrado esta verdad. Independientemente de lo que diga el fallo, es probable que se acerque más a revelar el carácter de los actores que lo que han hecho innumerables revistas de celebridades.
yvr