“Lo sabía mi alma”: Issabela Camil escribe sobre la muerte de su papá

PERSONAJES

La actriz nos comparte un conmovedor texto en exclusiva sobre el fallecimiento de su padre, el empresario Jaime Camil Garza.

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Issabela Camil (FOTO: Óscar Valle para It Girl).

Quédate en casa. Tres palabras que permanecerán grabadas en la historia. Encerrarnos para vivir. Entender la nueva realidad de una buena vez para sumergirnos en el reto más grande que atravesaríamos como humanidad.

Una sociedad acostumbrada a vivir para afuera tuvo que mirar hacia adentro. Enciérrate, con o sin hashtag pero enciérrate. Cruzó por mi mente recortar nadadores como Matisse y hacer de mi techo una alberca azul y meterme a nadar. El miedo lo sentimos todos, las ganas de llorar también. El discurso se escuchó más claro que nunca. Esta tierra no es nuestra, repito, no es nuestra. Nos recordaron a la mala que no nos pertenece para nuestro consumo y abuso. Este globo terráqueo lo compartimos; sí, lo compartimos con animales, con plantas, ríos, montañas, mares, insectos. ¿Por qué se nos olvida una y otra vez?


Aprendimos a desacelerar las horas y contemplar cada minuto en ellas. Seguro de sí mismo el tiempo avanzó sin importarle las cifras de decesos mundiales. Dejamos escurrir nuestros pensamientos como miel sobre los días que poco a poco fueron perdiendo su número asignado en el calendario. Encontramos libros para leer, rompecabezas para armar, cajones que acomodar. Nos sentamos a remendar nuestra alma igual que un calcetín roto que pide a gritos la aguja. Todo cambió. Nos tocó la era de la distancia, el cubrebocas, el gel antibacterial y el menú vecinal de productos hechos en casa.

Sin embargo puedo decir que amé la cuarentena. Recluirme con mis padres, mis cinco hermanos y nuestros hijos en Villa Antonia fue, sin saberlo, el más hermoso y poderoso regalo que he recibido de la vida. Pude despertar todos esos días entre seres que amo profundamente. Las pláticas largas con ellos sembraron en mi nuevas ideas. Tuvimos tiempo y valor de sacarnos las espinas. Los juegos, las comidas, las rutinas de ejercicio y la tortuga del muelle quedaron enterrados como tesoros en el fondo de mi memoria. Regresé esos meses a casa, a la burbuja que me recibió al nacer. Me encontré peleando con mis hermanas por esa silla junto a papá. Esa pequeña niña asomó su cara para recordarme el paso del tiempo y entonces lo entendí todo.

Nadie me lo dijo, pero la vida a su manera me hablaba muy claro. Las restricciones gubernamentales y mi buena suerte conspiraron para llevar a cabo esa despedida involuntaria que se avecinaba. Alguien había decidido ya la partida de mi padre.

Por eso la vida nos juntó a todos esos meses. Por eso me sabía distinto reírme con él. Por eso me costaba tanto levantarme de su lado para ir a nadar al mar. Lo sabía mi alma, yo no carajo. Por eso hay que vivir con o sin cubrebocas. Por eso hay que vivir como a uno le dé la gana y sentir profundo todo lo que arrojen las cartas. Somos aves, instantes que vuelan sin regreso.


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