Eugenia Debayle es alguien de la que empezaría escribiendo que, aunque acaba de cumplir 50 años, no los aparenta. Pero es alguien que, sino los aparenta, es por su interior, por su mindset, por la ligereza y libertad que posee y que exterioriza. No busca el ideal de la eterna juventud porque lo lleva en el alma.
Acaba de regresar de St. Barths a donde se fue a festejar sus cinco décadas y a ponerse el traje de baño que a los veintitantos le incomodaba. Para Eugenia además fue una fiesta doble, pues también cumple cinco años de su día negro, como ella llama a aquel accidente que la dejó en coma casi un mes. Y es que, como dice ella, cumplir años es un privilegio porque ¿cuál es la otra alternativa? ¿estar muerto? “Los años me han vuelto más ligera.
En mis veintes siempre me estaba peleando con mi cuerpo, siempre sentía que podía ser mejor. Hace unos años me encontré una foto mía en la playa en bikini, con 23 años, y no puedo creer que desperdicié todo ese tiempo peleándome conmigo, diciéndome que no era bonita ni suficiente. Me di cuenta que todo la insatisfacción es mental. Que tonta fui.
Me gusta tener 50, lo digo con orgullo”, confiesa. La experta en beauty, además, cuestiona los supuestos ideales de belleza que se ven en todos lados. “Las marcas te quieren vender una crema antiedad con una modelo de 23 años. No tiene lógica, no hay coherencia en el discurso.
Hoy las mujeres de 50 años tienen más poder, adquisitivo y de todo tipo. Somos un target y no nos vamos a ir. JLo, Jane Fonda y todas ellas están abriendo camino, esto va tener que cambiar a la fuerza”, agrega.
Al igual que Martha Cristiana, Eugenia coincide que en sus 50 está viviendo una especie de adolescencia, que está abrazando ese proceso de reinvención, de renacimiento.
“Estoy en un momento en el que estoy reinventándome y haciendo más proyectos. Es algo mental que no tiene que ver con la edad. La gente que opta por cerrarse el camino a nuevos proyectos, es la que realmente envejece y deja de crecer y estar presente en la vida. Me niego a eso. Esta es la verdadera modernidad. Pensar de la otra forma es obsoleta”, asegura.
Para ella, la vida se pone mejor a los 50. Es tal vez perder unas cosas, pero ganar muchas otras. Se siente tan plena con lo que es, que admite que de ninguna manera lo hubiera logrado a los veinte, pues fue parte de un proceso.
Se convirtió en una apreciación absoluta tanto por lo bueno como por lo malo. “La terapia que continúo haciendo es la de mi pierna derecha, es la única secuela con la que sigo, pero ya la acepté. Ya sé que esa pierna nunca va a regresara ser como era, que ya no voy a poder usar tacones.
Me ponía mal y ya me vale. Decido hoy ser feliz con mis tenis y dejar de pelear con mi pie”, agrega. Y es que, como bien dice ella, la vida no es un checklist, esas son creencias limitantes que uno tiene que ir rompiendo. Y eso lo da la edad y las experiencias.