Cassandra Ciangherotti empezó este año de una forma muy movida, con muchos proyectos, uno de ellos la película Las Locuras, en España, en la que vuelve a ser dirigida por Rodrigo García.
Y lo empezó también sin darse cuenta que este 2024 marca dos décadas de quehacer artístico que iniciaron cuando estaba en prepa e hizo su primera obra de teatro, Casa 2.
“Fue una obra para que cobrábamos cooperación voluntaria e hicimos una pequeña gira, todavía ni había estudiado actuación propiamente. Lo veo como 20 años dedicada a entender estas historias”, me dice Cassandra que además este fin de semana estrena la película Cuerpo Escombro.
Esos 20 años de trayectoria los celebra, tal vez sin darse cuenta, con otra obra de teatro, Cómo aprendí a manejar, la cual está por terminar su tiempo en cartelera en el teatro Milán. Su protagónico, en mi opinión, más intenso por varias razones.
Ella hace el papel de Cosita en la historia, ganadora del Pulitzer en 1998, que habla del abuso sexual de una niña en el núcleo familiar.
“He tenido gente muy cercana que ha pasado por esto y es algo que me toca profundamente. Entonces, siento que tenía la voz para poder entender el personaje y las dimensiones que tiene”, revela y agrega que cree que los personajes son quienes escogen a su intérprete.
Pero, a pesar de la dureza del tema que se trata en la obra, y de la sensibilidad que muestra por este, Cassandra es positiva y dice hace este tipo de historia pues le interesa estar al servicio de la evolución del ser humano.
Para ello, dice que no existe mejor manera que con el teatro. “Hoy más que nunca necesitamos el teatro. Su temporalidad es algo que me ha sorprendido desde que estudiaba actuación… el teatro a recordarnos la presencia y la colectividad del cuento. Es la cosa más importante para el ser humano. Eso es lo que hemos construido en nuestras sociedades eternamente, desde la parte religiosa hasta la parte más poética e infantil. Naturalmente creo que los teatros son los espacios más importantes.
Han habido momentos en los que el cine y la televisión aparecen, pero son como la amante de un matrimonio serio entre el colectivo y el teatro. Hoy, que la inteligencia artificial es amenazante para lo humano, el teatro está ahí para recordarnos lo que sí es humano. La experiencia de de ver a un ser humano en el escenario, en tiempo presente, haciendo esta disciplina, tiene además la belleza de que la gente tiene que apagar su teléfono y estar en el aquí y en el ahora de un cuento”, explica.
La actriz recuerda las ocasiones en las que se dio cuenta que alguien del público había sido conmovido de una manera especial con la historia y se le nublan los ojos.
“Para mí eso sana, porque estar en el aquí y en el ahora sana. Y escuchar que el otro está llorando a tu lado, aunque no lo conozcas, o que se está riendo contigo y sucede un amor a primera risa. El teatro me parece un espacio mágico, y no solo mágico, sino concreto, real y efectivo”, agrega.
¿Por qué el compromiso de ayudar al desarrollo de la conciencia con tu trabajo?
“Creo que el ser humano tiene una posibilidad de evolucionar, pero se requiere un montón de trabajo para que eso realmente suceda. Además, siento que estamos en un momento muy pobre de la humanidad. No es una cuestión de mi quehacer artístico, sino que tiene que ver con una cosa de carácter. Me educaron con la idea de que el que no vive para servir, no sirve para vivir. Pienso que nuestra experiencia de vida es colectiva, no individual solamente. El colectivo es lo que nos hace sentir humanos… la experiencia del abrazo de otra persona, su mirada. Es fácil en esta carrera volcarse mucho hacia uno mismo y hacia el éxito personal, pero tomé la decisión de que lo que hiciera pudiera servirle a la gente.
Abordaste la obra desde un inicio con ese compromiso o este se fue dando?
Desde que entré a la obra porque es un tema que que de cierta manera conozco bien. Yo ya había hecho Black bird, que es una obra que también habla del abuso y dije “será que me toca hablar de este tema aún?”. Y la respuesta fue sí. Pero esta es una obra que la aborda desde otro lugar, desde un espacio que me parece más real. Sentí que había una honestidad grande en el planteamiento de la autora y que sigue siendo un tema tremendo y muy importante del qué hablar.