The Sound of Metal, una película que narra cómo su protagonista se enfrenta a la pérdida de la capacidad auditiva, honra al sonido desde el título pero, además, recrea un mundo en el que cada detalle suena verdadero. Desde los performances musicales, hasta los acalorados debates grupales en lenguaje de señas, la cinta muestra un sentimiento universal en la pérdida del oído a tan corta edad, en especial para un músico.
La película significó un reconocimiento brutal a la labor de Carlos Cortés quien, junto con Jaime Baksht y Michelle Couttolenc, se encargaron de la mezcla de sonidos y se llevaron el Oscar en esta pasada edición. Aunque se filmó en el extranjero, los sonidos del filme surgieron y se mezclaron en el estudio Splendor, en Tepoztlán, mismo que pertenece a Carlos Reygadas (quien por cierto es hermano de la famosa chef Elena Reygadas).
Carlos, quien conoció a Reygadas cuando mezcló el sonido de su corto Este es mi reino, se unió al estudio en 2013, cuando apenas se estaba construyendo y que ahora es un pilar en el profesionalismo y el auge de la ingeniería en audio en el país. Lleva decenas de producciones en las que se ha encargado del sonido, pero para él definitivamente hay un antes y un después con The Sound of Metal.
“Noto más exposición y visibilidad a lo que hacemos. La gente no se entera del proceso del sonido y todo lo que conlleva en cuestión de recursos y preparación. En México, desde hace una década, he visto que el sonido ha subido muchísimo de nivel, cada vez nos preparamos más. Esto es un reflejo de lo que ha estado pasando en los últimos años”, nos dice el ingeniero en audio.
En la película, el protagonista puede sentir la batería, aunque no pueda escucharla, y Carlos y el resto del equipo, quienes realizaron una especie de retiro y se encerraron por semanas en el estudio, en el mero cerro del Tepozteco, lograron evocar unos increíbles sonidos que muestran, además, el conflicto interno de este músico que se enfrenta a una lucha por su identidad que va quedando demostrada en el diseño del sonido y sus capas. “Ganar el Oscar fue muy onírico, muy surreal.
Por un lado veía a Glenn Close y al otro lado a mi hermana (ríe). Estaba lleno de gratitud, no podía creer que lo que hago tuviera esa visibilidad y, por otro lado, nunca fue el objetivo, fue tan solo una consecuencia. Pero por lo menos es un reflejo de que vas por buen camino”, confiesa.
La película, que fue dirigida por Darius Marder, cuya abuela era sorda, muestra además una magnífica escena en un tobogán donde un niño sordo siente las vibraciones que produce el ritmo de la percusión del protagonista.
“El sonido es fundamental, da presencia, te posiciona, es una referencia material por más inmaterial que sea. Lo que es tan relevante es que un sentido que nunca descansa, nos da la capacidad de elegir, pues la audición es selectiva. Poder hacer a un lado otros sonidos para determinar dónde esta tu atención es una gran herramienta que permite dilucidar lo que se vive en ese momento”, explica.
Carlos continuará su carrera en México, aunque le gustaría trabajar unos años en el extranjero, en especial en Alemania, a donde ha ido a visitar sus estudios sonoros y de los que ha quedado fascinado por la estética sonora que utilizan, muy distinta a la estadounidense que tanto se emula en el país.
“En México, la gente entiende de todos los procesos y tiene que hacerlo por los presupuestos, pero eso te amplía el panorama. En eso sí que so- mos más flexibles aquí para cubrir todo”, agrega. The Sound of Metal es una película que nos recuerda la capacidad única del sonido para desafiar, entretener y unir, así como los grandes talentos que tenemos en México.