Camilo Echeverry y Evaluna Montaner se han convertido en una de las parejas favoritas del medio artístico desde que comenzaron su relación en 2015, y aunque en redes sociales parecieran la pareja perfecta al demostrarse tanto cariño, lo cierto es que ambos acudieron a terapia de pareja para mantener sano su matrimonio.
Esta revelación causó sorpresa para algunos de sus fans, pues la pareja se ha convertido en una de las “ideales”.
Ante esto, Camilo y Evaluna han aceptado que han pasado por momentos difíciles al igual que otras parejas, así lo revelaron durante el podcast “En la sala con Evaluna”, donde comentaron lo importante que es cuidar la salud mental.
“Yo tengo una relación con Dios vida. Aparte de eso, siento que es súper importante el acompañamiento psicológico. Es algo que a mí me ha funcionado muchísimo, y a Cami también, es algo que hacemos juntos”, dijo la hija de Ricardo Montaner.
La cantante destacó que Camilo siempre está dispuesto a dialogar, algo que ha ayudado mucho en su relación.
“Algo que me encanta de ti es que constantemente estás tendiendo puentes a la comunicación de ciertos temas. Entonces, a cada rato me estás diciendo ‘amor, quiero que sepas que está la puerta abierta para que me hables de tal cosa, lo que sea que sientas me lo puedes decir sin juzgarte’”, mencionó Evaluna.
A lo que Camilo aseguró que es importante mantener la comunicación desde la iniciativa de generar caminos y puentes haciendo preguntas a la pareja.
“Es muy importante hacer cierto tipo de preguntas y hacer puentes”, destacó.
Sobre la llegada de su próximo hijo, Camilo aseguró que hay algunas cosas que no estaría dispuesto a cambiar por ser papá.
“Yo no puedo desintegrarme para que ellos se integren (…) tampoco voy a renunciar a mi tiempo de creatividad nunca, creo que eso no es sano para nada”, mencionó.
Además, los futuros padres hablaron sobre cuándo sería bueno que sus hijos tuvieran acceso a la tecnología.
Camilo mencionó que no le agradaría que sus hijos tuvieran acceso a un celular desde pequeños.
“No quisiera tanto que ellos tuvieran independencia con eso, y si la van a tener, que sea siempre en compañía de nosotros (…) por ejemplo, un niño muy chiquito no entiende los estímulos que está viendo y que van mucho más allá de su imaginación y se las atrofia un poquito”, mencionó.
Ante esto, ambos coincidieron en que los 16 años sería una buena edad.