Fundado en 1933, el Studio Harcourt de París es considerado el mejor estudio de retratos del mundo, y en sus más de nueve décadas de historia, solo una mexicana ha formado parte de su selecto equipo profesional.
Se trata de la fotógrafa Andrea Hernández Vega, quien, desde hace 17 años, se ha vuelto pieza fundamental del legendario espacio, donde lo mismo han retratado a Charles de Gaulle, Marlene Dietrich y Salvador Dalí, que a Cate Blanchett o Keanu Reeves.
“Cuando empezaba y decía dónde trabajo, la gente se sorprendía. Poco a poco fui viendo lo que significa para Francia este lugar, y luego de tantas experiencias, solo puedo decir que ha sido una experiencia maravillosa”, comparte.
Y agrega: “Más allá de lo técnico, que es muy importante, la parte humana es excepcional. No solo por lo que implica hacer retratos y el contacto con la gente, sino porque es una suerte de ceremonia ritual en la que tienes que pedirle cosas casi íntimas a la persona para obtener lo que buscas y plasmarlo en una foto. Para mí eso es lo que más ha aportado a mi desarrollo: lo que queda plasmado realmente al lograr desnudar el alma de alguien a través de una mirada”.
De ahí que sea tajante al asegurar que la tecnología no acabará con la fotografía tradicional. “Todos tenemos una cámara en la mano, pero no es nada más el hecho de apretar un botón. Tomar fotos es toda una experiencia”.
¿Cuál ha sido la lección más grande que te ha dejado trabajar en un lugar tan emblemático?
En cuestiones técnicas, sin duda, la forma de iluminar un rostro. Es una técnica de iluminación cinematográfica y se puede decir que los retratos que hacemos en el estudio están inspirados en la estética del cine de los años 30, en blanco y negro, con contrastes un poco dramáticos y muy expresivos. Digamos que esa fue la estética que buscó Cosette Harcourt, quien fundó el estudio con los hermanos Lacroix, y estableció esta técnica que hemos mantenido hasta ahora… Es lo que hace que el estudio lleve más de 90 años y que seguimos ahí, porque la gente reconoce el estilo del estudio.
¿La visión femenina le da un toque en particular a los retratos?
El medio fotográfico es un medio muy masculino y no es la excepción en el estudio. Con el tiempo yo me planté ahí y me he quedado, pero he visto pasar personas que llegan y se van. Actualmente somos tres mujeres, de un total de ocho fotógrafos que nos hemos mantenido, pero, más que hablar de feminismo, pienso que cada fotógrafo tiene su propia forma de abordar el trabajo, ya sea hombre o mujer. Cada quien tiene su toque.
¿Tienes alguna imagen que te haya significado una realización, o cada una que tomas es una realización nueva?
He tenido muchísimas experiencias inolvidables. Acudir al estudio, para muchos, representa casi una presión, pues van pensando en hacer la foto de su vida, el retrato que los va a representar, y que van a dejarle a las generaciones que vienen. Entonces, yo trato de ser suave para atraerlos, y de darles confianza… Recuerdo especialmente a una mujer bellísima, joven, que llegó con sus peinadores y llevó vestidos preciosos. Se maquilló perfectamente, la retocaron en el estudio, y llegó súper preparada. Después nos contó que al día siguiente iba a empezar con quimioterapia y se iba a rapar. Ella es bailarina y eso me marcó, primero, por lo que implicaba, y también porque el resultado fue maravilloso.
¿Sientes que el hecho de que ahora todos tengamos una cámara en la mano ha desvirtuado tu profesión?
No, realmente, porque son experiencias totalmente distintas. Pienso que cada dispositivo tiene su lugar y que es importante mantener espacios en los que trabajamos de una forma diferente con una cámara fotográfica. Hay gente que sigue trabajando con cámaras de película y eso a mí me encanta, pero hoy también puedo aprovechar la tecnología, que aquí está y con la que también se pueden realizar retratos con ciertos códigos artísticos, que es lo que desarrollamos con el HONOR 200… Tener al alcance una fusión de lo tradicional con lo nuevo, como la inteligencia artificial de este smartphone, permite hacer algo rápido, pero con un toque de cámara antigua. Y yo pienso que hay que darle espacio a cada cada forma de expresión y cada técnica, porque solo así va a seguir desarrollándose nuestra profesión. Hoy es esto y no sabemos qué sigue después.
¿Piensas que es positiva la utilización de IA en este tipo de dispositivos?
Me sorprendí muchísimo cuando vi el resultado. Lo utilicé en el estudio con un modelo, con la misma técnica que yo tengo de iluminación y bueno, obviamente la sensación es otra, porque estoy acostumbrada a usar un aparato pesado que requiere de muchas cosas técnicas que uno reflexiona. Y cuando agarré el teléfono, hice mi encuadre, me acerqué, lo dirigí, etc, y la parte técnica ahí estaba. Comprobé que toda la búsqueda que se ha hecho en avances tecnológicos es enorme y el resultado que vi fue sorprendente.
¿Cuál fue tu primera cámara?
Una Pentax chiquita, que adoro y que todavía conservo.
¿Acostumbras hacer autorretratos?
He hecho algunos, pero no lo hago frecuentemente. En alguna época hice más, pero no es algo que acostumbre.
Si tuvieras que dejar un retrato tuyo como legado ¿Cómo sería?
Me gustaría verme tranquila, un poco transparente. Pienso que me gustaría tal vez tener objetos que fueran parte de mi vida, como unas zapatillas de danza, cosas que son parte de mi camino. Y si no, yo pienso que sería algo simple, simple, tal vez ni siquiera, tal vez mis hombros, nada más, sin accesorios. Yo creo que algo así también simple.
¿Cómo es tu relación con México?
Es mi México lindo y querido, siempre lo será. México, es para mí llenarme de energía cada vez que vengo, retomar pilas, respirar el aire, la luz. Me la he pasado hablando de la luz últimamente, desde que llegué, porque la luz de México, la gente de México, la energía de este país es impresionante. Yo tengo un amor inmenso por mi país y busco regresar, estar aquí lo más que puedo.