Mucho se sabe acerca de Adolfo Domínguez como diseñador y empresario; en cualquier parte del mundo se pueden encontrar sus miles de boutiques. Pero para el español, que de niño era bibliotecario, su otro gran amor es la literatura. Esto lo llevó a escribir Juan Griego, una novela situada en los años setenta que relata la vida del teniente Juan Griego en Argentina.
Este hombre, tras verse obligado a interrogar y torturar, emprende un viaje a través del momento histórico que le ha tocado vivir y hacia la esencia de la identidad humana. Tan minimalista y elegante como es con sus diseños, la narración en la obra en verso libre es concisa, clara y al mismo tiempo musical. Un libro que, en palabras del propio Adolfo, va dedicado a quienes busquen entender el momento histórico de América Latina y el porqué vive en un fracaso relativo.
¿Quién es Juan Griego?
El protagonista se plantea de dónde viene y a dónde va, así como el sentido de la existencia. La muerte de cualquier persona que nos toque directo nos hace replantearnos toda nuestra vida y él encuentra el alivio, la calma y la paz.
En realidad, en Juan Griego lo más importante es que es una novela de ideas que se plantea: ¿por qué Buenos Aires? Era la ciudad más rica del mundo en los cincuenta, y 30 años después pasó al número 100. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué decisiones tomaron los ministros de economía, las élites y todo el pueblo?
Te tomó más de 20 años escribir la novela…
Hacerlo en verso toma su tiempo y lo es aún más tratar de escribir para la gente que quiere entender qué le ha pasado al contexto social en el que ha nacido. Hay un punto de fracaso relativo en los países que hablan español si los comparas con los anglosajones. A mí ya a esta edad lo que me interesa es pensar, reflexionar y entender la vida. Por lo tanto, para mí la trama es solamente un pretexto para hacer eso.
¿Qué vemos de ti en la obra?
Yo dejé la piel en ese proceso. Me llevó 20 años porque quise entender y quise, además, que entendiera el lector, y eso no es fácil, y que se conmoviera con lo que yo me conmoví. Eso es pura técnica literaria, el cómo las palabras se rozan unas con otras. La parte más bonita del texto posiblemente sea la física: la física explica de dónde venimos y hacia dónde vamos, no es un relato bíblico, es uno mítico.
Has construido un imperio de la moda, ¿qué buscas con la escritura? ¿Quieres seguir publicando?
Un imperio pequeñito (ríe). No, para nada. Creo que un libro es suficiente; para el público 250 páginas son suficientes y yo publiqué 730. Lo tengo clarísimo: ¿para qué más? Hay que publicar poco y bueno, lo demás es insultar al lector.
De niño fuiste bibliotecario y siempre estuviste marcado por la literatura. ¿Quiénes son tus autores favoritos?
Siguen siendo los mismos. Cervantes es el número uno y El Quijote como mi libro favorito, después pondría a Juan Rulfo con El llano en llamas y luego a Shakespeare. Quizá La cartuja de Parma, de Stendhal, Guerra y paz, de Tolstói, y elegiría a San Juan de la Cruz como poeta, antiguo pero buenísimo.
¿Cómo te has sentido de haber entrado a los 70 años?
Es que a los 70 ya no hay crisis, eso es de los 40. Llega un momento en que pactas con el universo, con la realidad y con lo que te rodea, y entonces, desde ese momento, vives sin ansiedad. No vives en el día después ni en el jardín de al lado, y esto a mi edad se hace. Esa vanidad o esa necesidad de demostrar qué tenemos cuando somos adolescentes ya no la tienes, ni la sientes ni la necesitas. La tienes olvidada.
Fotografía: AFP