Uno de los grandes héroes anónimos de la arquitectura nórdica es sin duda Sigurd Lewerentz. Desconocido para la mayoría, Lewerenz fue un arquitecto condecorado en su natal Suecia, trabajando con grandes arquitectos de renombre como Eric Gunnar Asplund y acreedor a importantes méritos suecos en el campo de la arquitectura, como la Medalla Prinz Eugen en 1950 y la Medalla Tessin 1962.
En sus inicios, el lenguaje clásico dominaba en sus proyectos. En la década de los 1920, Lewerents, junto con Asplund, ganaron el concurso para proyectar el Cementerio del Bosque en Estocolmo. Uno de los edificios, la Capilla de la Resurrección, es actualmente catalogado como uno de los principales exponentes del “clasicismo nórdico”.
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El edificio se compone principalmente de dos volúmenes. El primero, un atrio que sirve como transición entre espacios exterior e interior que tiene un acentuado carácter neoclásico. Este se edifica por medio de una serie de columnas con capiteles clásicos, rematados por una techumbre a dos aguas, con un frontón triangular adornado por esculturas de figuras humanas. El segundo bloque, el área principal de la capilla, es un cuerpo enteramente moderno que se desvincula del atrio, como una pieza independiente, entablando un sutil diálogo entre lo moderno y lo neoclásico. La circulación hacia el interior del volumen rectangular desde el neoclásico atrio se genera por una de las caras laterales, provocando una tensión diagonal entre el acceso y el remate interior de la capilla, donde se ubica el altar.
Posterior a la mencionada década, el arquitecto se dedicaría por aproximadamente 20 años a la producción de puertas y ventanas, alejándose en parte de la arquitectura. En la década de los 50´s, Lewerentz volvería a reconocerse por sus proyectos arquitectónicos, esta vez con su propuesta para la Iglesia de San Marcos, en Bjorkhagen, Suecia. El proyecto sería asignado mediante un concurso y consta de un lenguaje puramente moderno, aplicaría con maestría el ladrillo como principal material constructivo. Los muros y pisos de la iglesia serían construidos con este material, jugando con el espesor del mortero para diferenciar las distintas áreas en donde sería aplicado.
Posteriormente, entre 1963 y 1966 la Iglesia de San Pedro en Klippan, Suecia sería un proyecto que nuevamente le brindaría reconocimiento. De nuevo la utilización del ladrillo imperaría en la construcción. Para esta obra, la aplicación de ventanas con una interesante ausencia de marcos daría de qué hablar. El contraste entre la rugosidad del ladrillo y el plano reflejante de las ventanas mostraría la gran sensibilidad hacia el material no solo característico de Lewerentz, sino de los nórdicos en general.
En el año de 1975 Lewerentz falleció. Sin duda su legado es una importante lección de arquitectura, vigente hasta nuestros tiempos. Existe una marcada transición en sus proyectos, comenzando con lenguajes neoclásicos, posteriormente dictando la pauta de un modernismo nórdico digno de estudio y apreciación. Lewerentz es, sin duda, uno de los héroes anónimos de la arquitectura moderna.