El gobierno estatal ha dado luz verde para regresar a ese espacio de convivencia y aprendizaje. A retomar una de las conductas más inherentes de los humanos: transmitir conocimiento los unos a los otros. Es hora de regresar a los alumnos a esos lugares que por siempre quedaran en su memoria. Espacios de cuestionamiento y rebeldía, de descubrir y confrontar los límites de cada individuo.
Aún y cuando es una realidad, la educación a distancia ha probado funcionar en ciertos aspectos, sin embargo, los límites de esta práctica también han relucido en nuestra sociedad. ¿Pero qué sería de nuestras ciudades sin sus escuelas?
Tomemos el ejemplo de la Universidad para Mujeres EWHA en Seúl, Corea del Sur, obra del francés Dominique Perrault. En un terreno con una marcada pendiente, ubicado en el barrio de Shinchon de desplanta la ampliación del campus. Perrault buscaba algo más que proyectar unas aulas universitarias… al analizar el contexto, identificó una oportunidad para conectar una de las instituciones de educación privada femenina más grandes del mundo con el resto de la ciudad.
Su propuesta evita un bloque de edificio que sobresaliera de la cota cero del terreno, más bien, mimetiza las distintas partes del programa arquitectónico en el sitio con el fin de generar un gran espacio público a lo largo de la ampliación del campus. Un agresivo corte al centro de la obra genera una amplia calle peatonal. Dicha calle es el corazón del proyecto, un espacio lleno de vida, donde se realizan actividades deportivas, culturales y escolares.
La amplia avenida es un espacio de encuentro fortuito, donde las discusiones entre alumnos posteriores a clase se gestan, es donde finalmente se conocen y discuten las ideas de los universitarios. Al ser un espacio público, dicha calle es la metáfora de una ventana de la universidad hacia los habitantes del barrio de Shinchon y viceversa. La universidad se ha vuelto ciudad, y la ciudad sutilmente convive con ella.
Las distintas aulas y demás programa arquitectónico se encuentran a los costados de la calle peatonal. La azotea de las aulas se convierte en un parque lleno de vegetación, abrazado por una serie de andadores. La diferencia de nivel entre la parte norte y sur del terreno brinda una pendiente en el parque que ocupa cada uno de los extremos oriente y poniente. Al centro, la calle peatonal queda en un nivel inferior, provocando una atmosfera que pareciera privar a la calle del resto de la ciudad. La intimidad que supusiera este cambio de nivel se ve contradicha con la vida intrínseca de la universidad y la conexión de la vitalidad universitaria con el resto de la ciudad. La anterior contradicción es el fundamental para comprender el concepto del proyecto.
Las aulas escolares contienen sin duda un aura de misterio. Cuando se asiste a ellas con la idea de aprender cómo hacer las cosas, son los cuestionamientos al sistema los que terminan por ampliar los límites del conocimiento. Lo anterior no solo aplica para los sistemas educativos implementados, además es evidente en el diseño de las escuelas en las que estudiamos y el impacto de tal diseño en la trama urbana correspondiente.