Ha terminado ya un año que siempre recordaremos, excepcionalmente distinto a lo que el tiempo nos tenía acostumbrados. Un año en el que pausamos nuestras rutinas diarias, estacionales, para forzosamente encontrar un nuevo paradigma del uso de nuestro tiempo. La "nueva normalidad", por llamarle de algún modo, nos trajo sorpresas de todo tipo, cerrando muchas puertas, pero abriendo otras para las cuales habíamos puesto poca atención en el pasado.
Con el fin de no ser víctima de la pandemia, se nos ha pedido recluirnos en nuestros hogares. La convivencia presencial se ha limitado casi en su totalidad. Se ha fomentado la interacción entre personas a través de dispositivos electrónicos de todo tipo. El espacio público se ha considerado un potencial sitio de infección.
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La casa, como la conocemos, ha sufrido de una serie de cambios que bien pudieran no ser temporales en su totalidad. Es altamente posible que algunas modificaciones al uso de la vivienda hayan llegado para quedarse.
Esta flexibilidad de espacios es una de estas alteraciones. Un numeroso grupo de empresas ha enviado a su personal a trabajar desde casa, la pandemia ha sido la catapulta del home office. Áreas de la casa que antes de la Covid-19 se utilizaban esporádicamente, como una sala o comedor, se les ha agregado la función de oficina en casa. Se ha reportado que las empresas han visto un área de oportunidad con esta práctica, al necesitar de menos espacio en sus corporativos, bajando costos operativos importantes como es la renta o adquisición de estos espacios. Una vez se hayan levantado las restricciones sanitarias, es muy posible que una oficina en casa se vuelva más común de lo que era previo a la pandemia.
El espacio comercial también ha cambiado. Actualmente se requiere de un área de sanitización localizada justo en el acceso a inmuebles como tiendas o restaurantes. No se puede asegurar que esta zona desaparezca una vez se logre controlar la pandemia. La preocupación del público en general por la higiene ha aumentado considerablemente. Con el fin de evitar el temor a contraer alguna enfermedad, aún y cuando se hayan aplicado vacunas previniendo el coronavirus, la gente continuaría demandando una zona desinfectante, una solicitud que puede prologarse por años, si es que acaso algún día llegase a desaparecer.
Respecto al espacio urbano, las avenidas principales de las ciudades no sufren de un congestionamiento desmedido, algo usual previo a la pandemia. Por lo mismo, se ha logrado un respiro vial, benéfico para el ambiente y la vida urbana en general. Se contemplan ya usos que se les pueden dar a las ahora semivacías avenidas. En Milán, Italia, existe el anuncio referente a la conversión de más de 30km de vialidades en sendas ciclistas y peatonales, una práctica que demuestra la resiliencia de dicha urbe.
Aún y cuando la pandemia sea algo temporal, algunos cambios producto de ella han llegado para quedarse. En nuestras casas, nuestro trabajo o nuestras ciudades, sutiles alteraciones nos recordarán de una crisis sanitaria que tenía aproximadamente un siglo de no experimentarse. Aprendamos a vivir con estos cambios, sacando el mayor provecho a las nuevas áreas de oportunidad que la Covid-19 nos ha presentado.
mauricio@despachoeme.com