Apuntes de Diseño y Arquitectura

¡Volver a reunirnos! Pero ¿dónde?

Lorenzo Díaz Campos

Después de meses de distanciamiento social y conforme la emergencia sanitaria comienza a dar señales de alejarse, surge un sentimiento común, una necesidad imperante de volver a reunirnos. Los humanos somos gregarios por definición. Los encuentros más ansiados son con la familia, con el círculo más cercano, pero las ganas por festejar con amigos e incluso comenzar a acudir a espacios llenos de extraños no se hacen esperar.

Aún así sabemos que las reglas ya no son las mismas y que existirán condiciones sanitarias nuevas. A todos nos queda claro que el bicho no se esfumará y que la convivencia con el mismo será larga. Esta plaga no discrimina y todos nos hemos visto afectados y estamos igualmente amenazados. Esa conciencia colectiva paradójicamente ha desatado enormes actitudes egocéntricas corriendo todos al aislamiento y el encierro sin miramientos mientras, gregariamente, revisamos pantallas llenas de noticias sobre el mal que nos aqueja a todos.

​Las campañas de vacunación comienzan a avanzar a un ritmo cada vez más acelerado y aunque se han evidenciado las diferencias entre países ricos y pobres. No hay sociedad que no haya convertido la lucha contra el virus en una prioridad y las acciones tomadas al respecto son apoyadas por la gran mayoría, sea cual sea el color del gobierno al frente de las diferentes naciones.

En México las campañas de vacunación han demostrado el interés y capacidad organizativa de las partes involucradas resultando en aplausos y reconocimientos colectivos al esfuerzo. La sensación de alivio que el líquido subcutáneo genera es incomparable y saberse o saber a los seres queridos inmunes o protegidos contra la amenaza es inmensa. El llamado a la largamente esperada vacuna es sin duda prioritario, y al recibirlo pocos son los que dudan en acudir a donde sea que se le cite. Establecer estos centros de vacunación ha sido un gran reto operativo. Hemos visto estadios, escuelas, centros comunitarios, centros culturales, transformados en "macro centros" de vacunación. Sin darnos cuenta, sin evidenciarlo, estos espacios se han convertido en verdaderamente públicos, de interés prioritario y claves para resolver la emergencia que nos aqueja. Silenciosamente presentes estas "plazas públicas" acogen a cientos de médicos, enfermeras y voluntarios en la guerra contra la pandemia y como siempre discretamente cumplen su función.

La campaña de vacunación tomará por lo menos el resto del año y aún no sabemos si la inmunización durará lo suficiente como para pensar en no volver a vacunarnos. Todo indica a que habrá que repetir el ritual cíclicamente por lo que los centros de vacunación han llegado para quedarse. A nadie le ha ofuscado que estas estructuras de emergencia ocupen espacios que antes cumplían otras funciones, hemos puesto el bien común sobre nuestros prejuicios.

Otros fenómenos similares nos han tomado por asalto, la eterna lucha entre restauranteros y autoridades encontró una pausa y las mesas de comensales invadieron banquetas e inclusive el arroyo vehicular. Los encuentros entre amigos y la sobrevivencia de la industria restaurantera se impusieron a los reglamentos existentes. La bicicleta, ninguneado medio de transporte, tomó la kilométrica avenida de los Insurgentes en Ciudad de México por asalto e hizo permanente la conquista en una de las avenidas más transitadas del país. Otras ciudades siguieron el ejemplo. Paseo Montejo en Mérida, ese rancio espacio de abolengo y clasismo, cedió un carril completo para hacer gala de la prioridad que la "calle completa" toma en nuestras ciudades. De paseo dominical a regla cotidiana, la escala humana toma por asalto a las ciudades.

Entonces ¿qué está pasando? Parece ser que el bicho nos ha puesto a todos del mismo lado de la balanza. Resulta que la gran plaga nos puso de acuerdo, lo que sea por combatirla, es prioritario. Hemos entendido además que las reglas de convivencia, al menos por el momento, cambiaron para todos. Basta que lo propuesto actúe contra el virus que por unanimidad estamos de acuerdo. El trabajo flexible y remoto es cosa ya de todos los días, la educación a distancia ya no es extraña, un mundo hiperconectado y las comunicaciones ubicuas son cosa de todos los días.

Así como se ha vuelto determinante una apertura de mente para salir adelante, se hace evidente el clamor por buscar espacios donde volver a encontrarnos y en esa imperiosa necesidad es donde el verdadero espacio público se vuelve a asomar demostrando como es ahí donde todos cabemos, donde la convivencia es posible y donde la adaptación es fácil y orgánica. Los centros de vacunación, que tan fácilmente encontraron espacio entre la sociedad y que han sido recibidos con beneplácito, demuestran lo fácil que es llegar acuerdos cuando es evidente la fragilidad de todos y cada uno de los que componemos la sociedad. No veo la hora que veamos a la educación, el acceso a la cultura y el arte, el esparcimiento y la protesta igualmente prioritarios para lograr una sociedad llena de espacios de encuentro.

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