Apuntes de Diseño y Arquitectura

Jeringa desechable: el diseño que revolucionó la medicina

Lorenzo Díaz Campos

Detrás de la batalla mundial que estas semanas emprendemos contra la más grande y difusa de las pandemias que la humanidad haya vivido hay un invento, un diseño que será clave y que a pesar de que estará en la primera fila poco se hablará de ella: la jeringa desechable.

Paola Antonelli, curadora de diseño del Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York (MoMA) decidió en 2004, hacer un homenaje a lo que llamó "Humildes Obras Maestras" (Humble Masterpieces), montando una exposición y publicando un libro con una selección de objetos cotidianos que, aunque bien diseñados y difundidos por todo el mundo, son poco reconocidos. Hablaba de objetos que rara vez sabemos quién diseñó o quién los fabrica a diferencia de, por ejemplo, una bolsa de cuero o un par de zapatillas de "marca". Entre otras piezas hacía homenaje a la liga de hule, el cubo de azúcar o el lápiz de grafito, curiosamente la jeringa no se encontraba en esta selección.

Con la vacuna llega el reto de su producción, distribución y aplicación, sin duda una de las pesadillas de logística más grandes a las que la humanidad se haya enfrentado. Como nunca todos estamos de acuerdo en el objetivo y entendemos su complejidad, de alguna u otra manera la gran mayoría de los seres humanos sobre la superficie de la tierra deberemos de recibir un par de inyecciones para ganarle la guerra a este bicho.

Detrás de las grandes conquistas de los últimos casi 170 años, en los que la medicina moderna ha encontrado la cura a grandes plagas y desactivado decenas de amenazas que pendían sobre nuestra raza, está la jeringa. Fue en 1853 que el médico escocés Alexander Wood utilizó la primera aguja epidérmica y de la mano de una jeringa encontró un método para suministrarle morfina a su esposa que padecía un cáncer incurable, permitiéndole así sobrellevar el terrible padecimiento. Wood en realidad ideó el método tomando dos inventos existentes, el émbolo y la "aguja hueca" inventada en 1844 por el irlandés Francis Rynd. Aunque Rynd había encontrado un método para usar la aguja fue Wood el que diseñó el famoso aparato, la manera de "empujar" el medicamento al tejido del paciente. Nacía entonces un aparato que se convertiría en arquetipo del oficio, no se puede pensar en un médico sin un estetoscopio al cuello y una jeringa en mano.

History of Scotish Medicine, por John Dixon Comrie

Publicado por Wellcome Historical Medical Museum by Baillière, Tindall & Cox London 193


Por más de un siglo las jeringas fueron de vidrio, esterilizadas en agua hirviendo y sirviendo a decenas de pacientes. Seguras, pero no infalibles, las jeringas con más frecuencia de la deseada eran fuente de infección haciendo menos asertivo su resultado. No fue hasta los años sesenta del siglo XX que llegó, de la mano del plástico, la evolución ideal: la jeringa desechable. El invento de esta es atribuido a varias personas en diferentes continentes. Parece ser que la primera versión de una jeringa desechable la creó un veterinario de Nueva Zelanda en 1964, misma que no fue aceptada rápidamente por parecer poco seria, mucho menos para el uso en humanos.

Fue la firma norteamericana Becton Dickson (DB) la que hizo de su comercialización a nivel mundial un éxito del que ya no habría vuelta atrás. Esta firma habría ya introducido en 1954 la primera jeringa desechable de vidrio que fue utilizada durante la campaña mundial contra la polio aplicando la famosa vacuna descubierta por Jonas Salk. En 1961 introdujeron con gran éxito la jeringa desechable plástica bajo su famosa marca “BD Plastiplack” lanzando a la compañía y haciéndola una de las Fortune 500.

Es así como la generación X fuimos los primeros en ser difusamente vacunados y que vimos en la jeringa el medio para recibir la maravillosa protección contra enfermedades tan temibles como la polio, la viruela y el sarampión. La recompensa, si nos comportábamos bien durante la aplicación, era la jeringa (ya sin aguja) misma que se convertía en una increíble "pistola de agua". Para nosotros, los nacidos a finales de los 60's y principios de los 70's, saber que podíamos evitar enfermedades como las que nuestros propios padres habían visto acabar con la vida de amigos y parientes era la promesa de un mejor futuro. Fue el inicio de una nueva era, una que iría acompañada de esa heroína silenciosa en la que se ha convertido la jeringa.

Actualmente se fabrican, al día, más de 20,000 millones de jeringas desechables por lo que este humilde invento encuentra en el reto de terminar la pandemia uno pequeño cotidiano y llevadero. Pero ¿qué sería de la vacuna contra la Covid-19 sin el diseño de Alexander Wood?

lorenzo@circulocuadrado.com.mx


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