Fue emocionante ver a tantas mujeres asistiendo a la marcha del 8 de marzo en todo el país. En el monumento a la Revolución, en la Macroplaza y las representaciones en las fuentes de la Minerva, la Diana Cazadora y demás sitios.
El espacio público es el escenario histórico e idóneo para realizar manifestaciones. Tanto celebraciones como reclamos se desarrollan en plazas y calles de las ciudades. Defenderlo no solo es dar tu opinión en redes sociales sobre quitar o ampliar carriles, ni una discusión sobre quitar o poner árboles.
Este se defiende usándolo, tomándolo e interviniéndolo. Su valor va mucho más allá de lo turístico o la foto con el ícono. Es el lugar para que los ciudadanos convoquen, se reúnan y expresen, logrando que con el tiempo más y más historias se escriban en él y terminen por volverse puntos de interés cuando visitemos una ciudad. Sin ellos nuestras ciudades serían insípidas y los espacios de reunión más limitados y controlados.
Desde hace algunos años, la iniciativa privada realiza intentos por atraer turistas y locales recreando plazas, calles y monumentos saltándose lo público y representativo del espacio para enfocarse en lo comercial. ¿Realmente el nuevo ícono The Vessel representa algo para los neoyorkinos aparte de más turistas haciéndose selfies?, ¿algún día irán las mujeres a reclamar sus derechos a ese lugar? Seguramente la respuesta sea no y la intención del desarrollador tampoco lo sea.
Lo cuestionable de la situación a futuro es si los gobiernos dejarán de hacer verdaderos espacios públicos endosando la tarea a la IP como lo han hecho con la vivienda social, carreteras y otras obras.
¿Con qué intención se diseñarán y qué tipo de vigilancia tendrán esos lugares?, ¿habrá en las ciudades del mañana espacios pensados para que las y los ciudadanos se manifiesten? Y de no ser así, ¿se dejarán de reunir a exigir derechos los habitantes?