La columna de esta semana es un poco diferente a las demás. ¿Sabías que por la pandemia del COVID-19 las búsquedas de oraciones religiosas en Google ha sido la más alta en toda su historia?
En tiempos de crisis los seres humanos tendemos a recurrir a la religión o a la espiritualidad en busca de consuelo y entendimiento. Esta pandemia no es una excepción de aquello.
Tanto la religión como la espiritualidad tienen su origen en tratar de entender cuál es el significado de la vida y, en algunos casos, cómo creer en algo superior a nosotros puede influir en la búsqueda de ese significado.
Nuestra espiritualidad y las creencias religiosas que tenemos son aspectos que, aunque comienzan a desarrollarse en la infancia, pueden aparecer en cualquier punto de nuestras vidas. Ser seres espirituales y/o religiosos puede tener una profunda influencia sobre nuestra salud mental y nuestro bienestar.
La espiritualidad y la religión brindan una sensación de seguridad y estructura social, lo que hace que se conviertan en un fuerte mecanismo de supervivencia en tiempos difíciles. Ser parte de una comunidad religiosa o espiritual puede proporcionar apoyo y sentido de aceptación, además, la conexión de un grupo puede hacer que nos sintamos bienvenidos y valorados, lo que ayuda a nuestra autoestima y, como resultado, a nuestra salud mental.
La introspección que existe tanto en la espiritualidad como en la religión permite que quienes practicamos cualquiera de las dos - o las dos - aprendamos a conocernos mejor, a ser más empáticos y más comprensivos con el mundo que nos rodea. Ver el mundo desde una perspectiva de aceptación, empatía y compasión nos ayuda a ser mejores personas, a vivir más en paz y más conectados con quienes somos en realidad.
¿A ti en qué momentos la religión o la espiritualidad te han dado esa fortaleza que no creías tener? ¿Crees que la práctica de estos aspectos te hace una mejor persona?