La creatividad no tiene límites y queda demostrado con la visión que tiene el diseñador Misha Kahn quien se ha ganado los adjetivos de extravagante, arriesgado y experimental.
En su infancia creó junto con un amigo un sofá con basura, mismo que aún se conserva en la casa de sus padres.
Desde entonces siguió una fórmula donde mezcla colores, acabados y materiales para producir figuras biomórficas que se transforman en muebles funcionales.
“Creo que tenemos una idea de lo doméstico que no nos sirve emocional ni creativamente y que nos está perjudicando enormemente como sociedad global. Soy una de las muchas personas que intenta ayudar a la gente a visualizar alternativas”, explicó en alguna ocasión.
Hoy emplea distintos tipos de técnicas y componentes como el metal, vidrio, madera, tejidos, bronce, fibras naturales y, por su puesto, los materiales desechados.
Para encontrar la inspiración que se traducirá en sus obras, suele caminar al aire libre, esquiar, viajar, comprar, ver televisión, en otras palabras no se limita en nada.
En los apartamentos bien se puede crear un ecosistema que incluya una mesa de comedor con el sobre de goma y patas en forma de bastón de caramelo, un sofá de peluche y un armario de escamas de pez o una cocina llena de azulejos muy llamativos.
Una de sus exhibiciones artísticas en la galería de Nueva York Friedman Benda consistió en una serie de objetos que se encontró una entrada cerca de la playa Rockaways en Queens, una bahía que alberga vertederos para la basura de la isla.
A estos desechos Kahn agregó hormigón, vidrio, metales y hierba bajo técnicas como tejido, revestimiento de metal, soplado de vidrio y fundición de bronce dando como resultado una serie de piezas de aspecto extraño.