Alejandra Pedraza nos introduce en la práctica de la consciencia plena con el objetivo de centrar los pensamientos en el aquí y el ahora.
Mindfulness es consciencia. Estamos acostumbrados a vivir en piloto automático y nos perdemos de mucho al vivir así. Lo que ha aportado a mi vida es presencia en lo que hago y en cómo lo hago. Para mí, más que una práctica, es un estilo de vida. Un estado de SER donde vives con atención plena, por lo que es parte de mi día a día. Al ser consciente de tu mundo interno te empiezas a dar cuenta del tumulto de pensamientos y emociones que contaminan el cuerpo y la cabeza de forma involuntaria.
Al darte cuenta de esto empiezas a ser el testigo de todo ese movimiento y toxicidad, y dejas de identificarte o relacionarte con eso. Es así como empiezas a adoptar nuevos hábitos, mejores decisiones y a tomar control de tu vida, al observarte te conoces y entiendes más. Desde la consciencia, desde el reconocimiento que somos cuerpo, mente y alma.
Entre los beneficios a largo plazo están el amor incondicional, la aceptación radical y la paz infinita; entras en tu poder y te alineas con tu mayor potencial. Para comenzar a practicarlo no se requiere más que ganas y paciencia, es esencial tener disposición y hacer tiempo para aprender y practicar, ya sea leyendo, viendo videos en YouTube, tomando cursos online o atender clases presenciales.
No hay diferencia entre la meditación y el mindfulness. Tenemos la idea que la meditación tradicional es sentarse en quietud y silencio para callar la mente, pero eso es un concepto que tenemos. La meditación tradicional es observar, ser testigo de lo que pasa en nosotros y eso es lo que invita esta práctica.
MI EXPERIENCIA
Siempre fui muy espiritual y curiosa por la práctica del yoga.
Fue hasta el 2015 que tomé un curso que terminó formalizando lo que siempre había intuido. A mis 13 años tuve la oportunidad de vivir en Barcelona por un año, y algo en mí cambió, ya que al ver un nuevo mundo y vivir otra realidad me di cuenta de que mi vida tenía que cambiar. Regresé a Monterrey, pero ya no era la misma, y al no identificarme más, decidí regresar a Europa y acabar la prepa en Suiza. Después hice mi carrera en Suffolk University, Boston, me gradué de Relaciones Públicas, trabajé un semestre en Bangkok y luego regresé a casa.
Confundida en qué hacer, me conformé por un trabajo godín en el gobierno del estado y duré poco tiempo; en una expedición a Machu Pichu me di cuenta de que la oficina no era lo mío. Renuncié y me fui a estudiar yoga a Sedona, Arizona. La práctica siempre me había llamado y al conocer la filosofía detrás de ella y su poder de sanar, me vi obligada a compartirla. El cuerpo se vuelve una expresión de nuestro mundo interno y para lograr tener una conversación con él hay que callar a la mente y escuchar a la respiración. Ahora me dedico a eso, a guiar a personas hacia su corazón. A reconocer su esencia y a descubrir el mundo interior mientras conectan con el exterior, la madre tierra y su bella naturaleza.
CINCO PASOS PRÁCTICOS
Detente y observa
Se trata de detenerse, respirar y observar lo que ocurre en el cuerpo en ese mismo momento. Ver qué te está pasando por la cabeza y qué sentimientos tienes. Céntrate en esto durante un momento y continúa con la tarea que estabas haciendo.
Dar un paso atrás
Esta es otra forma de observar. Hay que intentar salir de nuestra propia mente y observar los pensamientos, pero no desde dentro, sino como un espectador desde fuera. Es una tarea que se puede realizar varias veces al día durante un breve periodo de tiempo. Lo que hace es recordarnos que no somos lo que tantas veces creímos ser.
Volver al aquí y ahora
Podemos programar una alarma tres veces al día que nos lleve de nuevo al aquí y ahora. Habría que parar, hacer tres respiraciones conscientes y continuar con nuestra rutina.
Respirar
Date tiempo para realizar 40 respiraciones, contando cada una al exhalar. De esta manera se practica la respiración consciente y la mente se aquieta. Hay que intentar no acelerar el ritmo y, si sucede, retomar la cuenta hasta llegar a las 40.
Aceptar nuevos pensamientos y emociones
Continuamente llegan nuevas emociones, ideas y sensaciones. Sean buenos o malos, hay que darles la bienvenida y atenderlos, siempre estar agradecidos de que vengan.