Es muy importante el maridaje, por lo cual, acorde al platillo que se vaya a consumir, deberá ser el vino. El maridaje depende de los gustos de cada persona, sin embargo, con base en las texturas, la intensidad y otros factores.
Existen dos tipos de maridaje: el complemento, el cual se logra cuando existen características aromáticas y gustativas similares tanto en el vino como en el platillo; lo que se busca es intensificar y resaltar las características que tienen en común; y maridaje de contraste, que se realiza a la inversa, el platillo y el vino no suma propiedades aromáticas y gustativas, sino que busca resaltar ciertas características de cada uno para lograr sensaciones diferentes a las que podemos encontrar al probarlos por separado.
Para platillos ligeros y frescos como el pescado, van mejor los vinos blancos de uva Sauvignon Blanc y Chardonnay sin barrica, rosados secos o tintos muy ligeros; y para platillos más pesados como carne roja o pasta muy condimentada, van mejor los vinos tintos.
Aves como pollo o pavo, por su sabor sutil, se pueden maridar con Chardonnay con barrica, rosados, tintos de uva merlot, Malbec joven, Zinfandel; en general, vinos jóvenes de intensidad media y poco tiempo de crianza en barrica.
En cuestión de platillos un poco más pesados como los cortes magros, se seleccionan vinos no tan intensos como tintos jóvenes o de intensidad media como un merlot. A mayor grado de marmoleado en el corte se puede optar por vinos un poco más estructurados como Cabernet Sauvignon y Tannat. Por otra parte, la carne cruda, fría y cortada en finas láminas aderezadas con gotas de limón va bien con vino tinto de cuerpo medio como el Carmenere.
Vino para postres
Para elegir el vino ideal para el postre es importante tener en cuenta su textura y acidez. Los postres densos, cremosos, con mucha nata o crema, maridan bien con vinos más dulces.
Es importante tener muy en cuenta el dulzor, se equilibra con la acidez, a mayor acidez del poste, como cremas de limón, tartas de frutas, fruta natural, sorbetes, etc., conviene elegir vinos poco dulces; y mientras más intenso sea el sabor del postre, más intenso debe ser el sabor del vino, logrando un perfecto equilibrio capaz de complacer al más exigente paladar.
Se puede optar por un vino tinto cuando el postre es de chocolate, puede ser un buen compañero un Pinot Noir o un Shiraz australiano que sólo serían superados por un Oporto.
En cuanto a vinos blancos, un Riesling o un Asti son perfectos para cualquier postre ligero, con bases cremosas y toques de vainilla; en cambio, si la base es de frutas es preferible un vino Sauternes o un Champagne Rosé.
Los vinos espumosos son muy versátiles para combinar con cualquier postre, desde un postre ligero, fresco y con frutas naturales hasta algo más elaborado, como pueden ser un Champagne, un Cava o un Prosecco.
Ahora ya sabes cómo acompañar mejor tus alimentos y elegir el vino ideal para cada ocasión.