Desde el siglo XIX, la religión católica fue la encargada de nombrar los eventos naturales como los huracanes y ciclones. Con la finalidad de hacer coincidir con los nombres de los santos que correspondían ese día de acuerdo al calendario cristiano.
Actualmente, los nombres se eligen de forma distinta, por ello, aquí te contamos los antecedentes y datos históricos, un tanto curiosos de cómo se ha transformado el nombramiento de los desastres naturales.
Un meteorólogo australiano llamado Clement Wragge fue quien comenzó a utilizar esos nombres mediante un sistema que consistía en utilizar nombres alfabéticamente, es decir, que la primera tormenta del año tendría que empezar con la A, y así sucesivamente. El problema ocurrió cuando los nombres utilizados fueron de políticos de la época.
La idea de nombrar, poco a poco se afianzó en la Segunda Guerra Mundial. Algunas décadas después, un escritor estadounidense escribió un libro inspirado en Clement Wragge llamado Tormenta. En esta publicación el personaje principal utiliza el nombre de sus exnovias para llamar a las tormentas del pacífico.
En 1950, ocurrió una serie de huracanes simultáneos en la costa atlántica que llamó la atención de la prensa, que comenzó a utilizar nombres femeninos que habían dado los meteorólogos. Esto generó confusión en la población, ya que no entendían la nomenclatura. Fue de esa manera que la Oficina Metereológica de Estados Unidos adoptó la idea de poner nombres femeninos a los huracanes y tormentas para que la población lograra identificar con facilidad los eventos atmosféricos.
¿Por qué se usaban nombres de mujeres para los huracanes?
Sin embargo, las críticas comenzaron a evidenciarse pues tenía un sesgo machista el uso de nombres femeninos para los desastres, y adquirían una connotación negativa. Algunos de las justificaciones y frases que decían los meteorólogos sobre la comparativa entre huracanes y mujeres eran: “Hacen un montón de ruido, provocan daños y siempre están cambiando”.
Fueron muchas las mujeres que acudieron a los periódicos para mostrar su descontento sobre el hecho de solo usar nombres femeninos para bautizar huracanes. A pesar de eso, la prensa continuaba utilizando nombres de mujeres.
A principios de los años 70, Rocxy Bolton, vicepresidenta de la Organización Nacional de la Mujer, pidió al Servicio Nacional de Meteorología cambiar formalmente esta práctica y sugiriendo que, en su lugar, utilizaran el nombre de los senadores que se oponían a su propuesta. En 1979 por fin consiguieron el cambio: Bob fue el primer huracán con nombre masculino de la historia.
Actualmente la Organización Meteorológica Mundial es la encargada de elaborar los seis listados con los nombres que recibirán los huracanes, tifones y ciclones de todo el mundo. Nombres que alternan los masculinos y los femeninos, que se reutilizan cada seis años. Cuando alguna de las tormentas es demasiado destructiva, el nombre se retira para siempre de la lista por respeto a las víctimas.
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