Casa Basalta es una concept house ubicada en el corazón de la colonia Roma, en la que conviven de manera orgánica varias expresiones que han dado identidad a la zona. Arte, diseño, moda, gastronomía, eventos culturales y hasta un huerto urbano se encuentran disponibles entre los muros de esta construida en 1914.
Pero darle nueva vida a este espacio no fue una tarea sencilla, como platica el arquitecto Rodrigo García Lastra, encargado de tan ambiciosa obra. “Cuando tomamos el proyecto vimos que la casa tenía unas partes muy bien y otras casi en ruinas. Para empezar, estaba hundida, así que tuvimos que hacer un trabajo de cimentación, además de reemplazar todas las losas que ya estaban colapsadas. Pero también debíamos restaurar aquello con valor histórico, así que montamos un taller ahí mismo, con un maestro yesero y su familia, quienes trabajan de manera artesanal y se dieron a la tarea de hacer moldes de todo y reponer las partes faltantes”, explica.
Al ser una propiedad catalogada por el INAH, construir las nuevas áreas, y que estas no rompieran con la personalidad propia del inmueble, también representó todo un reto. “De entrada tuvimos que reestructurar la casa para que pudiera soportar los dos nuevos niveles (...) Evidentemente la construcción original marcó la pauta, pero debíamos atrevernos a hacer esta intervención para poder darle una proyección más contemporánea, pero respetando la parte antigua”, explica.
Fue así como nació este concepto donde, más allá de intentar replicar un estilo clásico, lograron una armónica fusión entre arquitectura y paisajismo, entre materiales y naturaleza, entre pasado y presente. “Nuestra manera de trabajar siempre se ha basado en tener un entendimiento profundo de lo que es la arquitectura clásica e insertarla en un contexto contemporáneo, sin caer en posmodernismos. No se trata de replicar una estructura clásica para hacerla moderna, sino más bien de tomar elementos de su pasado y utilizarlos de manera distinta”.
Preocupado por imprimir un sello personal, Rodrigo cuidó hasta el más mínimo detalle para preservar la historia del lugar. “Las intervenciones no son malas, porque todos los edificios, desde el Partenón, han sufrido modificaciones; ninguno luce ahora como fue pensado al principio, pero tampoco se trata de ser rapaz y terminar con todo para hacerlo nuevo (...) Diría que mi sello es buscar que los edificios que hago sigan de pie en 40 años más y no sean construcciones temporales que haya que tirar en un par de años; ese es el enfoque importante y la responsabilidad para mí al hacer arquitectura. No busco hacer moda, sino espacios que funcionen, sean propositivos y que, aunque estén marcados por una época, puedan seguir vigentes dentro de 100 años”.