El acoso escolar o bullying ha ido en aumento, pese a las múltiples campañas que se han establecido para contrarrestar esta violencia que ocurre entre clases. Por ello, es importante prestar mucha atención a los hijos y alumnos que pueden estar experimentando estas situaciones de violencia.
Lamentablemente para 2020 se reportó que México era primer lugar en el mundo en casos de acoso escolar, al rededor de 28 millones de niños de escuelas privadas y publicas vivían esto, según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Entiéndase por bullying como cualquier forma de violencia entre compañeros en la que se agrede de manera constante a uno de ellos, quien no puede defenderse de manera efectiva por estar en una posición de desventaja.
Quienes son víctimas de acoso escolar suelen no defenderse ya que creen que ignorar esto es la mejor solución, tampoco suelen comunicarlo a los padres por temor que los mismos agresores han depositado en ellos, por ello es importante atender las señales a tiempo.
Señales de alerta que indican que alguien es víctima de bullying
Reconocer el comportamiento anormal de los hijos, conocer sus amistades y cómo es el entorno en donde se desarrolla es importante para atender a tiempo estas señales de alerta que pueden marcar la diferencia.
- No le gusta salir al recreo y busca quedarse en el salón o cerca de figuras de autoridad como maestros.
- Presenta moretones, heridas y daños en su ropa; lo justifica con caídas en el recreo, actividades deportivas, entre otras.
- No tiene amigos, realiza trabajos en equipo solo y es excluido de eventos como cumpleaños o reuniones.
- Pierde sus pertenencias y su dinero, sus cuadernos están rotos o están rayados con frases ofensivas.
- Tiene miedo de ir a la escuela, ha perdido el interés por las clases y su rendimiento académico ha bajado.
- Le hacen bromas pesadas con frecuencia y le ha puestos sobrenombres ofensivos.
Consecuencias de no actuar a tiempo
El acoso escolar o bullying no solo deja heridas físicas, sino también emocionales. Diversos estudios confirman que quienes sufren de este tipo de violencia tienen más probabilidades de experimentar depresión, ansiedad, cambios en la alimentación y hasta en el sueño.
También se ha reportado un aumento en los sentimientos de tristeza y soledad y pérdida de interés en actividades que se solían disfrutar.
Además, quienes han vivido estas situaciones corren el riesgo de aprender a reaccionar de manera violenta al acostumbrarse a esta, el maltrato se normaliza y comienza a repetir el patrón que vivió, siendo ahora el agresor y no la víctima.