El amor propio no nace de la nada. Se construye, paso a paso, en pequeños gestos diarios. Y muchas veces, ese primer acercamiento al autocuidado surge de la mano de nuestras madres: frente al espejo, compartiendo rutinas, consejos y silencios que dicen más que mil palabras. La imagen que una niña forma de sí misma está profundamente ligada a cómo su mamá se ve, se trata y se habla a sí misma.
Entre generaciones, el amor propio cambia de forma, pero nunca de fondo. Lo que antes se enseñaba con rituales silenciosos, hoy también se transmite en conversaciones abiertas y conscientes. La pregunta es: ¿cómo se hereda ese poder de mirarnos con ternura, de elegirnos todos los días, incluso en un mundo que constantemente nos pide ser otras?
Autocuidado que se aprende en casa
Uno de los mayores regalos que una madre puede darle a su hija es enseñarle que cuidarse no es vanidad, sino un acto de amor. No importa si se trata de ponerse crema, peinarse con cariño o elegir una rutina de bienestar: cada gesto tiene el potencial de transformar la forma en que una mujer se mira a sí misma.
Lo interesante es que el autocuidado también se adapta con el tiempo. Las generaciones más jóvenes tienden a cuestionar más, a poner límites, a elegir productos o rituales que se alineen con su estilo de vida. Y en ese proceso, las madres también aprenden. Se da un intercambio de saberes, de historias, de nuevas formas de entender el cuerpo y el bienestar.
Así, el baño, el espejo o el tocador se convierten en lugares de conversación y descubrimiento. Ahí donde antes una madre aplicaba su perfume favorito o depilaba sus piernas con esmero, hoy también hay espacio para hablar de libertad, autenticidad y decisión propia.
Autocuidado como acto de amor y legado emocional
El amor propio comienza en casa, muchas veces frente al espejo, acompañadas de una figura materna que nos enseña, sin palabras, el valor del cuidado personal. Bajo esta premisa, Nair propició un espacio de diálogo entre la creadora de contenido, María Bolliger y su mamá, donde replantearon el ritual de la depilación como un acto consciente de amor propio y vínculo emocional.
Durante este encuentro, madre e hija compartieron cómo ha evolucionado su manera de entender la belleza y cómo, a pesar de los distintos contextos sociales que vivieron, encontraron puntos en común a través del cuidado personal. La experiencia dejó claro que el apoyo entre mujeres, desde la guía materna hasta la sororidad entre amigas, es clave para formar una autoestima sólida y libre de juicios.
Para Nair, la depilación no es simplemente una rutina, sino un acto de libertad y autoconfianza. Sus productos han acompañado a generaciones de mujeres, adaptándose a sus necesidades reales y promoviendo una relación sana con el cuerpo.
"Queremos inspirar a mujeres de todas las edades a abrazar su autenticidad", señala Karen Córdova, Sr. Brand Manager de Beauty Brands, Church & Dwight México. Más que belleza, la marca promueve una comunidad donde el bienestar personal es el verdadero ideal.
El espejo como símbolo de herencia emocional
Cada conversación frente al espejo es más profunda de lo que parece. No se trata solo de cremas, maquillaje o métodos de depilación. Se trata de cómo nos enseñaron, y cómo enseñamos, a vernos. Si una madre se trata con respeto, es más probable que su hija crezca sabiendo que merece lo mismo. Si una hija se atreve a romper moldes, es posible que inspire a su madre a cuestionar creencias antiguas.
El amor propio se hereda, sí, pero también se cultiva, se transforma, se resignifica. A veces, ser madre también significa sanar lo que a una no le enseñaron, para ofrecer una nueva narrativa. Y ser hija puede implicar devolver el espejo con amor, invitando a la mamá a verse con ojos más compasivos.
Así, el autocuidado deja de ser una simple rutina para convertirse en un legado emocional. Un diálogo silencioso entre generaciones que, con cada gesto, con cada elección, nos recuerda que merecemos sentirnos bien con quienes somos, exactamente como somos.
¿Lo sabías?