Aimée Servitje celebra los 40 años del Museo Rufino Tamayo

CULTURA

La presidenta de la Fundación Olga y Rufino Tamayo, nos habla de su experiencia, ahora que el recinto está celebrando su aniversario.

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Aimée Servitje (FOTOGRAFÍA: Héctor Arjona).

Hablar del Museo Tamayo Arte Contemporáneo es, también, traer a la mente a Aimée Servitje, una mujer incansable y amante del arte que, durante las últimas dos décadas, ha entregado toda su pasión y visión a este recinto que, el pasado 29 de mayo, cumplió 40 años de existencia. 

Desde que se colocó la primera piedra del imponente edificio, diseñado por Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky, este ha servido de inspiración para artistas, curadores y apasionados del arte, como la propia Aimée, quien asegura haber encontrado entre sus muros una motivación para crecer como mujer y como profesional. 

“Llevo 20 años en la Fundación Olga y Rufino Tamayo. Comencé siendo directora del museo, luego he sido presidenta de la fundación en dos ocasiones (la más reciente, desde hace cuatro años), así que para mí es un espacio importantísimo. Me cambió la vida, encontré en él una actividad con la que aportar a la ciudad y a mi país, sin mencionar que le dio otro sentido a mi vida, además de ser mamá y esposa”, dice.


 Aimée hizo su maestría en Historia del Arte y, en vez de dedicarse a hacer investigaciones o curaduría, se dedicó a apoyar el museo desde el principio. “Lo que he obtenido es un gran aprendizaje. Gracias al Tamayo he conocido a muchísima gente del medio que ha sido súper enriquecedora. Me encanta cómo piensan los artistas y los curadores porque ven el mundo de una manera diferente, perciben las cosas desde otra perspectiva, por lo que este viaje ha sido fascinante y maravilloso en todo sentido”, agrega. 

También reconoce que hay un antes y un después desde que entró por primera vez al Tamayo. “Pregúntenle a mi esposo (el empresario Roberto Servitje Achutegui, director de Grupo Altex), todo lo que cambió. Porque yo antes me dedicaba a mi casa; luego, ya cuando mis hijos eran más grandes, estudié Historia del Arte, pero me tardé como ocho años en titularme. A partir de ahí, entré aquí y desde entonces se acabó la señora de la casa”, comenta entre risas, no sin aclarar que “el primero al que debo agradecer es a mi marido, pues nada de esto lo podría haber hecho sin su enorme apoyo”. 

Desde entonces se convirtió en una de las voces más influyentes de la escena artística contemporánea, no solo por su labor en este espacio, sino como parte de otros recintos nacionales e internacionales. 

El MoMA de Nueva York, así como el Tate Modern de Londres, la han incluido entre sus comités de adquisiciones, aunque, por el momento, México es su prioridad. 

“Este año, por la pandemia, me salí de todos los museos internacionales, pues creo que mis energías tienen que estar aquí, porque este es mi país y lo poco que puedo dar hace más falta aquí que en otros lugares”, dice en tono modesto, pese a tener también injerencia en el MUAC, en el Patronato de Arte Contemporáneo y en colectivos como SOMA, Casa Gallina y 1050° Grados: Innovando la Tradición; este último, dedicado a rescatar el legado artesanal del barro negro de Oaxaca.


El futuro del museo 

Sobre la celebración por las primeras cuatro décadas del Tamayo, Aimée adelantó que será hasta finales de octubre que reabra sus puertas, con una gran exposición que recoge la historia del inmueble, así como algunas piezas emblemáticas del pintor oaxaqueño y de otros creadores de la época. 

“A través de la fundación invitamos también a 40 artistas que han expuesto aquí, nacionales y extrajeros, para que nos hicieran un póster cada quien, mismos que ya están a la venta con el fin de recaudar fondos para el museo.

 Además, tenemos la idea de organizar una subasta con Sotheby’s, pero todavía no tenemos una fecha específica, hasta no saber cómo se va desarrollando el tema de salud”, dijo. 

La única certeza por ahora es que este recinto, el primero de América Latina dedicado íntegramente al arte contemporáneo internacional, tiene todavía mucha vida por delante.

 “Desde el edificio, la propia arquitectura del lugar y su ubicación, lo convierten en un museo privilegiado y, aunque a partir de la pandemia todo ha cambiado, nosotros buscamos reactivar el espacio haciéndolo un lugar de reunión en el que puedas tener todo tipo de experiencias (...) Cada situación te va forzando a cambiar, es un hecho que se van a diversificar las actividades y la manera de mostrarlas también, pero siempre estará la motivación principal de disfrutar el arte, como yo, que soy de la vieja guardia, y me gusta ver el arte físicamente; estar viendo una obra desde una pantalla nunca va a ser lo mismo”, expresó.

 Lo que no ha cambiado son las ganas con las que disfruta cada día, tanto como ese cuadro de Francis Bacon (Dos figuras con un mono, 1973), que forma parte de la colección y que la sigue emocionando igual desde hace 20 años. 

“Cuando comencé este viaje, nunca me imaginé que iba a hacer esto, no tenía idea de qué se esperaba de mí, pero el chiste fue aceptar las posibilidades que se me presentaron en ese momento, atreverme a la aventura y ha sido un placer seguir haciéndolo todos los días”, concluyó.





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