Él es Javier Senosiain, la mente detrás del increíble Nido de Quetzalcóatl

ARQUITECTURA

El arquitecto mexicano es uno de los más reconocidos dentro de la arquitectura orgánica.

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“Lo más importante es crear espacios donde las personas se sientan felices”, asegura el arquitecto (FOTOS: Araceli López).

Más que construir casas, pareciera que el arquitecto Javier Senosiain (1948) las plantara como se haría con un árbol. Sus obras no alteran el paisaje, por el contrario, se integran armoniosamente a la geografía del entorno. Considerado actualmente el mayor exponente de la arquitectura orgánica en México, Javier busca en sus proyectos la consonancia entre el ser humano y el mundo natural. 

“La arquitectura orgánica toma en cuenta las condicionantes geográficas, pero también las condiciones culturales, la identidad, las raíces”, dice quien ha llevado esta definición a la práctica en sus creaciones. 

El Nido de Quetzalcóatl, una de sus obras emblemáticas, es un claro ejemplo. Este complejo residencial, rodeado de estanques y áreas verdes, se encuentra en Naucalpan, Estado de México, y fue construido sobre una cañada. 

Las casas se edificaron de tal manera que adoptaron la forma del cuerpo de la mítica serpiente. Las habitaciones no son uniformes, pero en todas predominan las estructuras curvas y las ventanas redondas para que la luz natural penetre libremente. 

El urbanista, que fue alumno de Mathías Goeritz, reconoce la influencia de Gaudí y Luis Barragán en su quehacer profesional, pero definitivamente su vínculo más estrecho ha sido con la naturaleza. 

Aunque este tipo de arquitectura no es nueva, advierte que ha habido cierta resistencia para llevarla a la práctica. Sin embargo, el tiempo parece darle la razón. 

El respeto al medio ambiente y sus propuestas orgánicas, consideradas en algún momento poco viables, podrían ser parte de la solución a las crisis climáticas y sanitarias de la actualidad.



¿Cuál ha sido el impacto de la crisis sanitaria en la arquitectura? 

En los últimos años, en el medio urbano se había perdido ese contacto con la naturaleza y con el confinamiento nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene esa relación. Aunque a nivel internacional se sigue con una tendencia muy racionalista, ya empiezan a verse cambios hacia lo orgánico, por ejemplo, en obras de arquitectos como Norman Foster o Zaha Hadid. 

Hay una tendencia a volver al regionalismo en el sentido de emplear materiales propios de la zona, pero en la mayor parte de la arquitectura todavía no vemos una transformación con la fuerza que debería tener. Muchos de los proyectos que presentan mis alumnos de arquitectura son parecidos a los que hacíamos hace 50 años. Con la pandemia esto tiene que cambiar. La arquitectura es un reflejo de la sociedad y la sociedad está avanzando. La arquitectura también debe evolucionar.


¿A qué atribuye la resistencia al regionalismo? 

La globalización y los medios de comunicación digitales han logrado que el mundo se vaya haciendo más pequeño, en el sentido de que nos llegan rápidamente información y cosas de diferentes países. Vas a un restaurante y te ofrecen agua mineral que viene de Francia, cuando podrías tomar la que proviene de Tehuacán, Puebla. 

Creo que lo ideal es volverse regionalista y consumir lo que está más cerca de nosotros. Me viene a la mente una frase que decía Rufino Tamayo: “La pintura debe ser universal y al mismo tiempo tener un acento muy marcado del lugar”. 

Parafraseando a Tamayo, la arquitectura debe ser universal, pero debe contar con ese acento del lugar. El arquitecto más racionalista y funcionalista que ha habido en México es Juan O’Gorman y sin embargo él cambió hacia lo orgánico.

¿Qué se debería hacer en México con la contaminación? 

Hay que usar las llamadas ecotecnias para aprovechar los recursos naturales y evitar seguir contaminando. Usar fotoceldas, construir plantas de tratamiento de aguas residuales, aprovechar la energía eólica y dirigir la mirada hacia las energías sustentables, no contaminantes, y menos hacia el petróleo. Es muy importante revirar en este aspecto. Es algo que todo el mundo sabe. México no debe quedarse atrás.

¿En qué consiste su proyecto de Ciudades Verdes o Ecociudades? 

Diseñamos dos prototipos de casas (ambas en el Estado de México): El cacahuate y Casa flor. La idea es “plantar” viviendas alrededor de un centro donde se ubiquen los servicios para las necesidades básicas. Estas casas, que estarían semienterradas y rodeadas de espacios verdes, formarían un Ecobarrio, que contaría con parcelas para que los habitantes sembraran hortalizas. 

Los Ecobarrios formarían Ecopueblos, con un centro con mayores servicios, como comercios y escuelas. Seis Ecopueblos formarían una Ecociudad, y seis Ecociudades conformarían una Megaecociudad. Uno de los ejes del proyecto es que las distancias se acortarían, por lo que los recorridos podrían hacerse en bicicleta o incluso caminando.

La entrevista completa en chicmagazine.com.mx





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